—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

David contra Goliat (1)

versión
completa

Piquito acudió al centro de la ciudad, hasta las oficinas de Industrias López&Asociados. Quería pedirle un favor personal al empresario. Había pasado mil veces por delante de aquel edificio de tres plantas, pero nunca había estado dentro.

Siempre le llamó la atención la puerta giratoria que había a la entrada. Sin duda había sido una excentricidad de López –Piquito hubiera dicho, simplemente, que fue una manía del señor López–. Decidido, entró en el inmueble.

Se encontró en un amplio recibidor alargado, perfectamente iluminado por la cristalera que había sobre la entrada, y embaldosado con amplias losas. Hacia la mitad de la estancia se veía un arco detector de metales, por el que sin duda era menester pasar para acceder a los despachos, y al fondo un ascensor. Antes del arco, a la derecha, había un mostrador gris, y tras él, un guarda de seguridad de cara seria.

» —Mira chaval, a ver si te suelto una leche…
–amenazó el guarda llevando su manaza al hombro […]

Piquito se acercó con paso rápido, y tras darle los buenos días le preguntó:
—¿Está el señor López?
—El señor López no está.
—¿Y tardará mucho en llegar? –inquirió educadamente Piquito.

El guarda pareció incómodo.
—Mira, no sé si está el señor López, pero si estuviera tampoco tendría tiempo de recibirte. Está muy ocupado.
—¿Pero podría usté hablar con él a ver si me pue’ recibir? –insistió Piquito sin darse cuenta de que le habían dicho que no siguiera molestando.
—Pues no –cortó seco el guarda–. No se le puede molestar.
—Pero si le dice que quiero verle a lo mejor me pue’ recibir…
—Mira chaval, ya te he dicho que no le voy a molestar.

Piquito entonces puso su voz más amable:
—Pero si soy yo… el Piquito… –dijo humildemente tocándose el pecho con las manos a la vez que sonreía y enarcaba las cejas.

Al guarda le quedó la misma cara que si estuviera ante un Juan García y se limitó a levantar una ceja.
—Mira chico, si lo que quieres es trabajo rellena con tu currículo uno de los formularios que hay en aquella mesita y lo dejas aquí. Te llamarán.
—Pero si ya trabajo pa’l señor López. Sólo quiero verlo –Piquito no había perdido la sonrisa.

El guarda se levantó del taburete y salió de detrás del mostrador. Medía casi dos metros y tenía unas espaldas el doble de anchas que las de Piquito.
—Pues entonces habla con tu jefe de sección o con el jefe de departamento. Pero no vengas aquí a molestar al señor López, que está muy o-cu-pa-do –silabeó el guarda, al que ya le había cambiado el tono de la voz.

Piquito no se amilanó.
—Pero mire usté, si yo lo que quiero es hablar personalmente con el señor López…
—Mira chaval, a ver si te suelto una leche… –amenazó el guarda llevando su manaza al hombro y simulando descargar un revés sobre Piquito; mientras, con la otra, asió al chico por el brazo, y lo condujo hasta la puerta giratoria–. Hazme el favor de no complicarme la mañana y vete de aquí.

(Continuará…)