En la final del Mundial (2)
(Lee la entrega anterior) |
Por fin Sebastián Matute se decidió a entrar en el hotel. Cuando penetró en el vestíbulo vio una gran bandera española presidiendo las cuatro butacas cochambrosas que había en una esquina, cerca de la barra de un presunto bar.
—¡Madre del amor hermoso, a qué mierda de hotel me han enviao! Ya me parecía a mí que el precio de la estancia era muy barato aunque sólo fuese para echar una cabezadita…
En un inglés macarrónico, el Sebas a duras penas logró entenderse con un negro más alto que un armario que había salido a recibirle con una blanca y sincera sonrisa. Por fin, aquel tipo le dio una llave y un tarjetón. Habitación 615.
—Cuatro sero, siñor. Gana Spain. Verigüel…
» Cuatro horas más tarde el móvil le dio al Sebas el primer aviso pero nuestro hombre estaba tan profundamente dormido que ni lo oyó.
—Eso mismo digo yo. Y digo yo, ¿no había una habitación disponible en las primeras plantas? Como esto se caiga, desde el sexto piso, al Sebas no le encuentran ni los empastes…
—No entender, siñor. Cuatro sero. Spain gana. Verigüel…
—Jodío, qué bien te tienes aprendida la lección… En fin, que no nos pase ná…
Sebastián Matute cogió su maleta de mano y se dirigió con semblante serio hacia donde suponía que estaba el ascensor.
—Ya sólo falta que no haya ascensor y tenga que subir a patita. Claro que como no me guste la habitación ni la cama regreso y monto el número… Sí, qué coño vas a montar tú si el negrazo este no entiende nada de español ni de inglés. Bueno, simpático sí que es…, cuatro a cero… dios le oiga… Pues –tocaba repetidamente el botón pero aquello parecía que no funcionaba– lo dicho, que sería mejor echar una cabezadita en un banco de la calle que en este antro, aunque ya me avisaron los de la agencia que aquí la inseguridad ciudadana es grande y que en cuanto te descuidas te dejan más seco que la mojama. No, si tendré que subir seis pisos…
—Siñor –el recepcionista acudió en ayuda del Sebas–, closed. Aquel no closed…
Un rayo de esperanza. Sebastián Matute caminó con paso decidido hacia el otro ascensor. Estaba abierto. Entró, apretó el botón número seis y en medio de un sonido casi aterrador contempló cómo era elevado muy lentamente en dirección a la última planta.
—Ya podía la FIFA haberse llevado el mundial a un país del primer mundo…
Tras buscar detenidamente la 615, puso el llavín en el sitio exacto y logró entrar al habitáculo. A primera vista el cuarto no estaba mal: una cama, una mesita de noche y un sillón de los tiempos en que Mandela aún era un guerrillero. En un rincón, tras una cortina, comprobó que había un pequeño espejo, un lavabo agrietado con un grifo medio descolgado y un retrete.
—Podía haber sido peor –se dijo el Sebas mientras echaba los ojos al suelo y luego al techo deseando no encontrar ningún inquilino animal tipo mosca cojonera o cucaracha asquerosa. Se despojó del abrigo y entonces notó un gran escalofrío–. ¡Coño, aquí hace un frío que pela! Y no hay trazas de que haya por aquí una estufita. Maldita FIFA…
Volvió a ponerse el abrigo, cerrándolo a tope sobre su cuerpo serrano. Cogió el móvil y lo programó para que le despertase cuatro horas más tarde. Tendría tiempo de sobra para darse un garbeo por los alrededores del campo, pulsar el ambiente y hacer unas fotografías para enseñar luego a los amigos, ya de regreso en España. Se tumbó sobre la cama y en menos que se tarda en contar una, dos y tres, se quedó como un tronco y empezó a roncar. La noche anterior sin dormir le había dejado completamente agotado.
Cuatro horas más tarde el móvil le dio al Sebas el primer aviso pero nuestro hombre estaba tan profundamente dormido que ni lo oyó. Así ocurrió también poco después, en la repetición de la jugada. El tiempo siguió transcurriendo lenta pero inexorablemente hasta que le despertó una fuerte tiritona.
—Joder, estoy helado… Debe de faltar poco para que suene el móvil…
(Continuará…)
- Escrito por Cogollo, publicado a las 11:54 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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