Inaugurando el curso (4)
(Lee la entrega anterior) |
El partido entre 2º A y 2º B no sólo difería en la estrategia desarrollada por sus profesores-entrenadores en cuanto a la formación de los equipos sino también en la táctica dentro del campo. Mientras el equipo de Carlos, el profesor de gimnasia, se distribuía en un clarísimo 3-2-1, donde Miguel Ángel, la estrella, jugaba en punta, el conjunto de don Faustino actuaba como una manada de elefantes. Allí no había ni orden ni concierto, simplemente, todos iban a por la pelota y cuando podían darle, patadón y tentetieso. Esta actitud sorprendió a sus rivales, que se sabían muy superiores desde el inicio del encuentro. Aquello era un correcalles. Las tres chicas del equipo faustinero, a priori analfabetas futbolísticas integrales, jugaban con un brío y un entusiasmo que dejaba admirados a todos los espectadores.
En esta situación de juego tan enmarañado, quien llevaba las de perder era el árbitro, o sea, el señor Matute, porque con tanta gente alrededor del balón era muy difícil adivinar quién demonios hacía falta o tiraba fuera la pelota. Hasta un árbitro profesional las habría pasado canutas. De modo que pronto empezaron a llover las protestas de los jugadores y de la gente que veía aquel partido de rugby, perdón, de fútbol siete.
—¡Árbitro, ha sido falta clara! —se oyó gritar a un espectador desde una de las esquinas del campo.
—¡Sal tú y arbitra, macho! ¡Seguro que lo harás mejor! —respondió bien fuerte Matute.
El público aplaudió su respuesta en medio de una carcajada general. La gente se lo estaba pasando bien, sobre todo viendo cómo los pequeños diablillos de Segundo A no daban un balón por perdido (acudían todos a la vez), desarbolando a un equipo contrario que no creía lo que veía. Miguel Ángel no tocaba bola. Estaba claro que los jugadores técnicos no podían hacer nada ante aquella manada de elefantes que trotaba sin parar arriba y abajo detrás del balón. Pronto los chicos del profesor Carlos no tuvieron más remedio que olvidarse de tácticas preconcebidas y ponerse a correr como sus rivales. Las melées eran continuas. A veces el balón desaparecía entre tanta pierna y no había forma de verlo hasta que de golpe salía disparado por un patadón imprevisto. En el minuto 13 don Faustino decidió efectuar cambios en su equipo y ante la atónita mirada de todos los espectadores y del equipo rival, quitó a todos sus jugadores, sustituyéndolos por gente de refresco. Entre ella estaba el Sergio y cuatro chicas altas y espigadas que habitualmente jugaban al baloncesto.
» Mientras el equipo de Carlos, el profesor de gimnasia, se distribuía en un clarísimo 3-2-1, el conjunto de don Faustino actuaba como una manada de elefantes. Todos iban a por la pelota y cuando podían darle, patadón y tentetieso.
—Aquí ya la palmamos
–musitó el Rafa ante la mirada encendida de don Faustino.
—Como digas otra tontería más, no juegas cuando te toque… –le replicó el profe, harto ya de aquel pesimista con tan poca confianza en sus posibilidades.
Pocos segundos después ocurrió un pequeño milagro. Un balón salió despedido de la tela de araña que formaban casi todos los jugadores. El Sergio, que estaba por allí algo despistado, lo vio venir. Lo paró, se lo echó hacia su pierna buena, la derecha, y arreó un zambombazo que salió directo hacia la portería rival. Aunque el portero pudo pararla con las manos, la pelota llevaba tanta fuerza que se las dobló y atravesó suavemente la línea de gol. Las chicas de Segundo A se fueron detrás del Sergio y empezaron a besarlo locas de alegría. Los jugadores de Segundo B se miraron sin entender nada. Su profesor les arengó, vamos, somos mejores, ha sido un golpe de suerte, hay que entrar más fuerte, el partido es nuestro… En fin, lo que se dice en estos casos. Lo cierto es que el equipo de don Faustino seguía corriendo de aquí para allá sin desmayo, en tropel, persiguiendo la pelota por todas partes, como si le fuese en ello la vida. La gente estaba admirada y sorprendida de aquel guirigay. Fútbol, lo que se dice fútbol, había poco —tan poco como suele haberlo en la mayoría de los partidos disputados por profesionales millonarios— pero energía e ilusión, había para dar y tomar.
(Continuará…)
- Escrito por Cogollo, publicado a las 14:15 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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