—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

La soledad del propietario (3)

(Lee la entrega anterior)

Habría que buscar una justificación para un contrato inverosímil. Nada más fácil y a la vez más complicado, pues López huía de la amarillenta prensa deportiva española.

Pero a estas alturas tanto su persona como el Rayo ya habían llamado la atención de esa misma prensa.

Por otro lado, presentar un proyecto deportivo ambicioso entraba dentro los planes de expansión de sus empresas. Sólo que si el proyecto deportivo decepcionaba no cabía duda de que algo del fracaso salpicaría a su holding. Pero era parte del riesgo que cabe correr en toda dinámica empresarial.

» El gasto soterrado de la red de ojeadores iba a dar ahora sus frutos.

El objetivo para López era mantenerse esta temporada en segunda cuajando una buena campaña, y mientras tanto irse apertrechando de talentos para dar el salto a la división de oro, en cuyos palcos se firman contratos sustanciosos.

La noticia de Basáñez aguzó el ritmo de sus pensamientos. El primer asunto que tenía en mente cobraba ahora mayor importancia: debía dar de baja a casi medio equipo sin levantar la polvareda que los sentimentalismos avivarían. Después de todo casi veinte chavales comían gracias al Rayo de Mospintoles… O mejor dicho, al Rayo de López… Se permitió una maquiavélica sonrisa dado que estaba solo. Y fue esta soledad, algo habitual en él, lo que le recordó que tenía que llamar a Teresa…

Se sirvió un trago mientras diseñaba mentalmente la rueda de prensa que daría la semana entrante. Debía decidir qué día sería el más apropiado para asestar el papirotazo. Antes correría la voz de que el Rayo preparaba un ambicioso proyecto.

Miró el calendario deportivo… Sí, daría la rueda de prensa el viernes, coincidiendo con la jornada inaugural del campeonato del mundo de fútbol. No habría mucho papel disponible en las ediciones de los rotativos deportivescos del día siguiente. El rumor debía eclosionar antes de la rueda de prensa.

Decidió que empezaría esa noche, en el restaurante donde se iba a citar con Teresa. O mejor aún, quedaría con ella en una selecta cafetería y allí comenzaría su rueda de “filtraciones calibradas”.

La idea disgustaba a López. No era amigo de codearse con la gente de la ciudad. No había ocasión en que no se le acercara un par de ciudadanos para darle bienintencionados consejos, no le cabía duda, pero tan alejados del pragmatismo como lejos estaban esos espontáneos consejeros de la realidad que rodeaba al Rayo. Lamentablemente nadie se acercaba con un fajo de billetes por delante.

Pero debía comenzar a dejarse ver en público más de lo que hacía habitualmente. Pronto comenzaría con la transformación del Rayo en sociedad anónima e iba a necesitar de todas las ayudas posibles. Debían aprovechar la agitación que ocasionó en la ciudad el ascenso del equipo.

Desde finales de enero, viendo el rumbo ascendente del equipo, los ojeadores del Rayo habían estado visitando posibles refuerzos. Principalmente de la Comunidad de Madrid y provincias limítrofes. El gasto soterrado de la red de ojeadores iba a dar ahora sus frutos. De no haber conseguido el ascenso hubiera sido dinero tirado por la borda.

(Continuará…)