La verdad os hará libres (3)
(Lee la entrega anterior) |
—Está bien, Manolo. Te diré qué están haciendo ahí dentro, en el reservado de tu bar, esos dos. Piquito estudió hace unos años en el Instituto Fernando Orejuela, en el que da clases don Faustino. Lo de estudiar es un decir, porque el chico era ver un libro y se deprimía. Faltaba a clase a menudo y le incoaron un expediente. Aquello fue la gota que colmó el vaso. Piquito juró y volvió a jurar mil veces que echaría pestes del Instituto allá a donde fuese. De su ira sólo se libraba don Faustino, el único que le defendió en momentos tan duros. Ahora, ya ves, Piquito empieza a ser el rey de Mospintoles y el nuevo equipo directivo del Instituto quiere hacer borrón y cuenta nueva para ver si el curso entrante puede contar con él para que patrocine un par de actividades relacionadas con el deporte. De paso, se reconcilian y pelillos a la mar. Y, claro, han enviado a don Faustino de mediador a ver si Piquito da su brazo a torcer y vuelve al redil.
» Piquito juró y volvió a jurar mil veces que echaría pestes del Instituto allá a donde fuese.
—¿Y tú crees que el chico se habrá olvidado del mosqueo aquel, cuando la ESO?
—Nunca se olvidará pero por don Faustino será capaz de hacer la vista gorda durante un tiempo… Y ahora, venga esa Coca cola del Polo Norte…
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—Entonces, lo que me propones es que te dé clase.
—Sí, don Faustino.
—¿Y con los cientos de profesores que López podría suministrarte, acudes a mí?
—Sí, don Faustino.
—Yo ya soy demasiado viejo, Piquito. ¿No crees que me pones en un serio compromiso?
—Sí, don Faustino.
—¡Coño, deja ya de decir «sí, don Faustino», y di algo interesante!
—Ej que e’ usté el mejor. Yo sé que es usté el único que resolverá mi papeleta. Creo que con usted yo sería capaz d’hacer el sacrificio d’aprender ahora lo que no aprendí antes.
—Creo… creo… ¿Crees en los milagros?
—Marcar un gol es un milagro, profe.
—Me has convencido, chaval –dijo resoplando–. Milagro por milagro. Tú dedícate a marcar milagrosos goles en los partidos de competición y yo procuraré que aprendas milagrosamente la suficiente comprensión lectora y expresión oral como para que los periodistas que te entrevisten tengan envidia de ti. Por como manejas la puntera y… la lengua, chaval. ¿Hace? –y le extendió la mano para sellar el mutuo compromiso.
—Hace, don Faustino. Por la pasta no se preocupe qu’ahora voy a ganar más en segunda, y los días qu’usté diga y a la hora que le venga bien a usté.
—De los pequeños detalles ya hablaremos en mi casa —y le alargó una tarjeta de visita—. Si no te importa, nos vemos mañana a esta hora en esa dirección. Ahora, perdóname, pero tengo que hacer una llamada urgente.
—Don Faustino, el Piquito le da su palabra de que no le v’ha fallar, aunque aprender esas cosas tan raras qu’ha dicho no va a ser ná fácil. Más fácil será pa’ mí meterle un gol al Casillas…
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—(Manolo, viendo al figura que se acerca al mostrador, dirigiéndose a Susana) Pajarita, ya viene el Piquito…
(Continuará…)
- Escrito por Cogollo, publicado a las 13:30 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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