—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Piquito en el día después (3)

(Lee la entrega anterior)

Ya en la calle, Piquito fue recibido con una pitada por sus colegas.
—¡Ey, macho!, ayer te saliste, tío.
—Bueno, había que ganar sí o sí, ¿o no?
—Joder, pero un «ja-tri» tú solo, chaval, es demasié

Ninguno reparó en que el dichoso hat-trick ha de lograrse “solo” para que sea un hat-trick.
—Ya…, había que marcar dos y me dije: pueh marco tres pa’ que la gente se me que’e tranquila, oyes.
—Estuviste fenomenal, tío.

» Había un morenaza como las que te gustan que dijimos: esa p’al Piquito, seguro que la echa el ojo… y la zarpa.

De pronto a Piquito le cambió la expresión y se encaró con su socio de correrías.
—¿Qué quie’s decir, «Mella»?
—Hostia, tío, na’… ¿Pa’ qué te mosqueas conmigo?
—¡Eh, Piquito, tío, buen rollo!
–terció uno de los reunidos–. ¿Qué pasa? ¿Pa’ que te rallas así de pronto?
—No sé, tíos… M’he mosqueao yo solo… Dejadme un rato…
—¿Qu’habrás tomao anoche tú solo con esas gachises…?

El buen rollo volvió de inmediato. A Piquito se le iluminó la cara.
—¿Y vosotros qué sabéis d’eso?
—¡Fua!, que qué sabemos dice el Piquito…
—Fuimos a la discoteca donde era la fiesta. No nos dejaron entrar porque llevábamos zapatillas de deporte.
—Porque era un armario 4×4 aquel negraco, que si no le doy…
—Sí, sería por eso… –rió Piquito–. ¿Pero por qué no mandasteis que me llamaran?
—Si lo hicimos, pero nos hicieron puto caso. Dijo aquel gorila que si nos soplaba una hostia nos iba a marear.
—Total, que estuvimos en la puerta un rato, y vimos entrar a cada tiparraca que eran todas d’espatarrar.
—Había un morenaza como las que te gustan que dijimos: esa p’al Piquito, seguro que la echa el ojo… y la zarpa.
—¡Bah, tíos! Lo pasé fenomenal…

Piquito se quedó serio. Y recordó…
Hosti, tú, que ya sé por qué m’he mosqueao antes. ¿Me visteis por la tele en la sala de prensa?
—Sí, en el bar que hay en los jardines del ayuntamiento. Paramos allí pa’ mear.
—¿Y qué os pareció?
Pueh que más hinchao no podías estar. De felicidad, natural…
—Que qué os pareció lo que dije…
Pueh no se oía na’. Había un jolgorio que pa’ qué contar…
—¡Hostia!, quedé como un gilipollas.
—¿Y eso?
Pueh porque me preguntaron algunas cosas y sólo atiné a decir que todo iba fenomenal…
Pueh como iba a ir to’o, tío: fenomenal. No te jode.
—No, no es eso. Es que a to’ contesté diciendo fenomenal.
—Calla, bobo. Si ya hablaste en el campo. Más alto no se podía decir.
—Oye, ¿y por qué hiciste ese gesto de morderte los labios y taparte las orejas? ¿Pa’ quién era, Piquito?
—¡Bah!, pa’ naide.
—¿Entós?
Pueh que sólo tenía prepara’s dos celebraciones. ¡Quién iba a pensar que iba a marcar tres!

(Continuará…)