Segundos fuera (4)
(Lee la entrega anterior) |
Manolo se mostraba ilusionado, y Don Faustino le miraba y no reconocía en él al hombre de escepticismo recalcitrante que era, descreído de todo y desconfiado de todos. Seguía sin recordar que Manolo le hubiera comentado que había boxeado. Su afición al noble arte sí la conocía, pero no que hubiera debutado, como dicen en el argot.
—¿Y por qué lo dejaste, si puede saberse?
—¡Anda, leche!, mira el curioso éste. Pues porque tenía que estudiar, no te digo. ¿Ya no recuerdas que coincidimos en la Facultad, estudiando Magisterio?
—¿Y por qué no eres maestro, Manolo? —inquirió Sebas.
—¡Anda, leche!, mira el preguntón éste… Pues porque no me gustaba cuidar a los críos que los demás malcrían en casa. Como tú al Sergio…
» El semblante de Juanmi había cambiado en cuanto saltó al ring y se despojó de la bata. Saludó a la afición, lo que supuso una gran ovación con bombo incluido.
La música de presentación de los combates profesionales apagó las palabras de Manolo y los tres se arrellanaron en sus sillas. Juanmi disputaba el segundo combate. El tercero era una pelea por el entorchado nacional y el cuarto era el combate de semifondo. Don Faustino no entendía esta inversión: ¿por qué el combate más importante no era el último?
—Para que si el título nacional acaba por la vía rápida la gente no se quede con ganas de boxeo —explicó Manolo—. A veces el combate de semifondo es mucho mejor que el de fondo porque tienen que arriesgar más para ir ranqueándose. Cuando peleas por el título también vas a tope, pero no arriesgas tanto… te lo piensas más porque puedes echar por tierra todo el trabajo que te ha costado llegar hasta allí en un cruce de manos tonto.
¡Cruce de manos! Don Faustino tomó nota del eufemismo que a buen seguro significaba que uno de los contendientes era derribado por un puñetazo.
El ambiente del recinto fue subiendo enteros. Ya estaba caldeado tras los combates de los amateur mospintoleños, y el primer combate de la velada profesional no defraudó. Peleaba un chico de un pueblo vecino y por lo visto se había traído a todos sus amigos. Se dieron tales cueradas que a don Faustino ya le dolía el cuerpo.
Luego le llegó el turno a Juanmi, que peleaba a la distancia de seis asaltos de tres minutos. Cuando pasó entre ellos y la mesa de comentaristas don Faustino observó:
—Está muy serio Juanmi.
—Coño, Faustino, y cómo quieres que esté si el chaval sube a repartir piñas, no a vender boletos para una rifa.
—Está concentrao —remató Sebas, que apuraba las bocanadas de su habano.
Una vez en el cuadrilátero el mecánico se despojó del albornoz y don Faustino reparó por primera vez en que los profesionales no llevaban casco ni camiseta. “Señal de que está atento”, pensó Manolo, pero no quiso decir nada al respecto para no romper la concentración en la que parecía haberse sumido don Faustino, que sin darse cuenta se había sentado en el borde de la silla.
El semblante de Juanmi había cambiado en cuanto saltó al ring y se despojó de la bata. Saludó a la afición, lo que supuso una gran ovación con bombo incluido. A continuación saludó a su rival, que le había estado aguardando en el ring, a sus ayudantes y al árbitro de la contienda, ritual que fue del agrado del profesor. Luego volvió a su esquina, donde su preparador le untó algo en la cara. Juanmi no dejaba de brincar en el cuadrilátero. A una señal se volvió y acudió al centro del ring, donde el árbitro reunió a ambos boxeadores, y tras algunas consideraciones de última hora ordenó que se saludaran.
Don Faustino se notó algo intranquilo. Conocía a Juanmi desde que era un chiquillo. Cuando acabó sus estudios de automoción le recomendó en el taller de Matute, lo que Sebas le había agradecido en más de una ocasión. Juanmi era lo que se dice un buen muchacho. Y ahora se iba a partir la cara con otro chaval del que don Faustino nada sabía y dudaba mucho de que hubiera ofendido a Juanmi en algún momento. Cosas del marqués aquel.
(Continuará…)
- Escrito por Mirliton, publicado a las 12:56 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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