Un regalo de navidad (3)
(Lee la entrega anterior) |
Y el bueno del profesor se despachó a gusto por espacio de veinte minutos, sin olvidar aquella vez en el ayuntamiento en que María le trató de forma fría y distante, cuando había ido a protestar por los cohetes y voladores con que una docena de gamberros le habían sobresaltado cuando ya dormía, escudándose en el ascenso del Rayo a la segunda división.
María, paciente, escuchó las invectivas del profesor, quien se encontraba a sus anchas no dejando títere con cabeza. No bien había terminado de vaciarse cuando el bofetón de María le despertó de su ensueño y las palabras de Manolo ofuscaron su mente:
» —Don Faustino, creo que mantiene usted una impresión incorrecta de la imagen que usted tiene en Mospintoles.
—Don Faustino, me gustaría que usted viniera conmigo en la lista que nuestro partido presentará a las elecciones municipales el próximo mes de mayo. Tengo pensado que lo haga ocupando el puesto número tres.
A don Faustino casi se le olvida respirar. Miró a Sebas, que apuraba su copa de agua —pues como tenía que conducir de vuelta se había sacrificado zampándose el churrasco con agüita de manantial— y se dio cuenta de que el marido había jugado el papel de alcahuete en todo este asunto. Tras respirar hondo un par de veces, la última con suspiro incluido, don Faustino habló:
—María, me siento halagado por tu petición. Pero como bien sabes es algo que no puedo aceptar.
—¿Y por qué no ha de poder aceptar, don Faustino?
—No puedes haber olvidado que tengo un pasado, un pasado político como concejal de nuestro ayuntamiento. Pasado del que me siento orgulloso, pero es menester reconocer que salí del ayuntamiento por la puerta de atrás.
—Querrá usted decir que salió por una puerta lateral…
—No juguemos con significantes, María. Tu propuesta halaga mi vanidad, pero no va a poder ser. Además no creo que mi nombre atraiga ni un solo voto.
—Don Faustino, creo que mantiene usted una impresión incorrecta de la imagen que tiene usted en Mospintoles.
—Supongo que en mi trabajo soy, lo que se dice, una persona respetada por la comunidad educativa, pero hay gente que no olvida. Y no me apetece que durante la campaña salga a relucir mi pasado.
—Pasado del que según sus propias palabras se siente orgulloso, luego no tiene nada que esconder…
—María… ¡Sebas!, dile a tu mujer que mi nombre en esa lista le haría más mal que bien a ella y al partido.
—No don Faustino; yo de política ni entiendo ni me meto, pero creo que usted es la persona que mi mujer necesita a su lado en esta nueva aventura en la que ha metido a toda la familia sin consultarnos —y Sebas, serio, miró de reojo a María, que nada dijo.
Don Faustino suspiró de nuevo.
—María, ir en una lista es un ejercicio de confianza. De confianza mutua y recíproca. El que me lo propongas demuestra que tienes confianza en mí, en mis posibilidades y en mi capacidad de trabajo. Pero para que yo acepte también debo tener confianza en ti, en tu programa, en las otras personas que van contigo en la lista y saber qué esperas de mí y qué quieres que haga.
—De usted depende el que confíe en mí. En cuanto al programa político, se está trabajando en él y me gustaría contar con usted para que aporte sus conocimientos y experiencia. Sobre el resto de personas que me acompañan en la lista… no es usted nuevo en política y sabe bien que algunas son de mi total confianza pero que otras se me están imponiendo tácitamente, para no romper la correlación de fuerzas dentro de la agrupación municipal. Pero no tengo inconveniente en darle los nombres si me los pide. Y en lo concerniente a lo que espero de usted… todo lo que usted esté dispuesto a darme, pero lo que más valoro sobre todo es su experiencia. Que quizá fuera negativa…, pero precisamente por eso me es más valiosa.
—María, lo que tú quieres es un consejero de confianza, un asesor. Pero para eso no necesitas que yo salga elegido concejal. Puedo prestarte la misma ayuda desde fuera del ayuntamiento.
(Continuará…)
- Escrito por Mirliton, publicado a las 15:28 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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