20-N (4)
(Lee la entrega anterior) |
Eran las dos de la tarde (el intermedio exacto de la jornada de votación) y apenas se habían producido incidentes relevantes en Mospintoles. La hora era propicia para reponer fuerzas tomando un bocado. Luego proseguiríamos con nuestro peregrinaje por los diferentes colegios electorales.
Estábamos buscando un garito donde tomarnos algún plato de cuchara a precio razonable y sin tener que esperar mucho cuando Mirlitón recibió una llamada telefónica. Tras escuchar con los ojos bien abiertos, como si le estuvieran diciendo algo sorprendente e inaudito, me cogió del brazo al tiempo que decía relamiéndose los labios:
—Cogollo, no te vas a creer lo que me acaban de contar. ¡En el Fernando Orejuela han robado una urna de las votaciones!
—¡Cooooñoooo!
» No creo que haya arriesgado tanto montando ese numerito para colocar la urna electoral al lado del televisor.
Perdonen la expresión, yo que soy bastante comedido en este tipo de cosas, pero otros habrían dicho palabras más gruesas. Aplazamos la manduca para más tarde y salimos echando leches camino del instituto. Cuando llegamos (casualmente nos pillaba bastante cerca) había por allí mucha policía y el clásico revuelo de curiosos que, como las abejas, acuden a la miel del escándalo o de la noticia sorprendente. Nosotros éramos unos más, claro.
—Sí, hará cosa de diez minutos un tipo ha entrado y, esgrimiendo un arma, se ha llevado la urna de las votaciones.
—¡Y luego dice el gobierno que ha bajado la delincuencia!
Alzamos la vista por si había por allí alguien conocido que nos pudiera informar más extensamente y pronto vimos un enorme bigote resoplando hacia arriba. Era el inspector Cañeque padre. Hacia él nos dirigimos.
—¡Hombre, ya me extrañaba no verles por aquí! ¡Ha venido medio Mospintoles!
Cañeque lucía una amplia sonrisa, nada acorde con aquellos duros momentos. Aquel incidente, o lo que fuera, se ve que le divertía.
—Apartémonos de toda esta gente. Supongo que arderán en ganas de saber qué demonios ha pasado –entonces resopló una vez más, echándose el frondoso bigote para arriba–. Aprovechando el relevo policial y que en esos momentos la mesa electoral A de la sección 57 sólo tenía a dos de sus miembros presentes… ya saben, es la hora de comer y primero es el estómago… un tipo que estaba allí para votar ha sacado una recortada y encañonando a los componentes de la mesa les ha intimidado mientras se apoderaba de la urna. Acto seguido ha salido corriendo por el pasillo, a trompicones, y se le ha perdido la pista. Cuando los dos integrantes de la mesa comenzaron a gritar, repuestos de la sorpresa y el miedo, el ladrón había tomado las de Villadiego. Y eso que corriendo parecía un pato cojo…
—¿Y para qué querrá una urna con un puñado de votos?
—Está claro que para llamar la atención. Lo único que podemos hacer, además de recabar testimonios de las gentes cercanas al lugar por si alguna hubiera visto algo, es esperar. Cabe pensar que tarde o temprano el ladrón asomará la patita para explicar la razón de su fechoría. La verdad es que el golpe ha sido ingenioso.
—¡Pero le habrán visto la cara!
—Efectivamente… Uno de los integrantes de la mesa nos ha dicho que el ladrón se parecía a Berlusconi…
—O sea, que iba disfrazado y maquillado…
—Una cosa sencillita pero… suficiente para despistar. Sólo cabe esperar a la inspección ocular que la policía local y mis hombres están haciendo sobre la zona por si encontramos alguna pista y confiar en que el tipo salga a la luz cuanto antes y relate por qué demonios lo ha hecho. No creo que haya arriesgado tanto montando ese numerito para colocar la urna electoral al lado del televisor.
—¡Lo mismo pide un rescate! Al fin y al cabo contiene unos cientos de votos…
—Una patada en el culo le daba yo como rescate. Porque hay que ser tonto para robar eso…
Nos despedimos del inspector Cañeque, o mejor, él se despidió de nosotros porque le llamaban por vía interna. En vista de que allí el espectáculo ya había dado todo de sí, la gente empezó a desfilar camino de sus casas o de los bares de alrededor. Nosotros decidimos hacer otro tanto. Todos coincidían en una cosa: el robo de la urna iba a hacer famoso a Mospintoles en todo el país y parte del extranjero.
[Continuará…]
- Escrito por Cogollo, publicado a las 08:30 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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