Cuentos de nochevieja (los Matute)
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—¡Caramba, Cogollo! No podíamos habernos colado en mejor momento. Vaya par de megalomaníacos.
—Creo que se dice megalómanos, Mirlitón. Y me parecen peligrosos. Tienen el poder del dinero y sólo necesitan encontrar paniaguados que se plieguen.
—Sé que se dice megalómanos, pero estos dos son, además, maníacos. Más que encontrar paniaguados acabarán creándolos. Corromperán políticos creándoles una necesidad en su torno próximo.
—Te creo; son tan refinados como dos dompepitos, pero carecen de escrúpulos. Sí que tienen capacidad para crear la necesidad en el entorno de “la dama”. Vaya nombre clave con que la han bautizado, ¿eh?
» —¡Ah, no! Por ahí no paso. Ya le diré yo que nanai del peluquín. No me vas a llevar al cotillón con las manos negras.
—Bueno, sí señor… De momento, y hasta donde yo puedo leer, López está moviendo piezas en Alemania para que Matute obtenga el concesionario Mercedes. Fue un deseo que María dejó caer en una entrevista que mantuvieron a solas antes de engatusar al alcalde, guante que López recogió con gusto. Y ahora Sebas Matute ya está en tratos con la casa alemana.
—¡Gracias a López! No deja de ser una forma de cornudez… Entonces, ¿no crees que puedan perjudicar a Matute para que María se avenga a paniaguarse?
—Yo no he dicho eso, amigo.
—¿Qué será de los Matute a estas horas? ¿Estará María preparando la cena de nochevieja?
—No has estado atento. Los Matute se van de cotillón por todo lo alto, a codearse con lo que Sebas llamó una vez la jet set paleta de Mospintoles.
—Sí, lo recuerdo, el día que el Rayo subió a Segunda. Pero entonces ¿dónde van a dejar a Sergio?
—Con el abuelo Anselmo, el padre de María.
—¿Y tú cómo lo sabes, viejo?
—Ya lo hicieron algún año. Cuando estaban mejor avenidos. La verdad es que hace dos nocheviejas que no salen.
—¿Quiere eso decir que han mejorado las cosas entre ellos?
—Quiere decir que María está desde ya trabajándose los votos. Y Sebas oficiará de candidato consorte.
—Pues estará de un cabreo… No le veo yo de traje, él que va siempre con sus chupas de cuero, eso sí, de las caras, pero con zamarra al fin y al cabo.
—Mira, aquí viven los Matute. Sergio está leyendo el periódico. ¡Qué raro!, ¿no?
—Estará haciendo los pasatiempos… lo cual ya es un éxito. ¿Y dónde están los padres? ¡Ah, mira! Sebas en la sala y María en su cuarto…
—¡Maríaa! ¡Maríaaaaaa! —finalmente Sebas se levantó y fue hacia la habitación— ¡María! ¿Es que no me oyes? Te estoy llamando hace rato.
—Es que esto no es el taller, Sebas. Mira cómo me has encontrado tú solito.
—¡Toma, leche! Como si en el ayuntamiento no dierais voces.
—Sí, cuando discutimos. Pero no nos llamamos a voces.
—¡Anda! Mira la fina esta.
—¿Qué crees que dicen los vecinos cuando oyen esas voces, Sebas?
—No creo que digan nada; con estos tabiques gruesos no se oye nada.
—Eso es lo que tú te crees.
—¿Pero no ves que nosotros tampoco les oímos a ellos dar voces?
—Será porque no las dan. Pero no vamos a empezar otra vez, Sebas. Hoy no. ¿Para qué me llamabas con esas voces?
—Estoy pensando que no tengo muchas ganas de ir al cotillón de la jet set paleta con la que te codeas.Mientras se subía y ajustaba las bragas, María miró de reojo a su marido con una expresión de indiferencia que contenía un tanto de desprecio apenas disimulado.
—¿Te has propuesto hundirme la carrera política, Sebas? ¿Crees que puedo aparecer sola en una fiesta de nochevieja? ¿Qué papel crees que haría?
—Tienes un tipazo de la hostia. Vistes unos modelitos que quitan el hipo. Pero se acabará tu carrera política el día que sepan que llevas bragas con gargantilla.María casi sonrió. Los cumplidos de su marido había que cogerlos según venían.
—No me arreglo con esas bragas minúsculas de hoy en día.
—Pero si te he regalado un tanga. Por lo menos podías ponértelo en casa para ir acostumbrándote a llevarlas.
—No seas cabrón, Sebas. Lo que tú me has regalado ha sido un tanga del Barça. Y no me presto a participar en tus sueños eróticos de gilipollas. Seguro que te haría más ilusión si me pusiera un tanga del Madrid.
—¿Por qué lo dices?
—Estarías jodiendo literalmente al Madrid…Sebas sonrió. Las ideas de su mujer había que cogerlas según venían.
—No sería mala idea, no. Pero no me atrevo a comprártelo.
—Ahí tienes la ropa, para vestirte. Te he dejado esa corbata con los colores del Rayo. Va a estar López.
—Y a mí qué cojones me importa el Lópezpollas ese.
—Bueno… Podrás hablar de fútbol con él.
—Ya, y me presento con esa corbata del Rayo de la que te regalaron dos docenas.
—Pues ahora que lo dices sería un detalle. Pero no es esa. La que te he puesto es amarilla con reflejos azulados y te combina con la ropa alegre que vas a llevar. Pero puedes ponerte cualquier otra que no sea la del Barça. ¡Por dios!, parecerías el huevón del Laporta.
—Ese ya no manda, María. Ahora se ha pasado a tu gremio. Como me temo que hará el López si es listo. Acabará comiéndose y comiendo en el Ayuntamiento. Lo que sí me voy a llevar, y espero contar con tu beneplácito, amadísima esposa, es la bufanda del Barça. La buena, no la que sacudo en el campo.
—López va a venir con su hija…
—¡Ah, sí! Aquella jovencita que nos presentó en La Cama.
—De eso quería hablarte. No es exactamente su hija.
—Entonces… qué es “exactamente”.
—Pues… sale con ella.
—¿Qué quieres decir con que sale con su hija?
—Joder, Sebas, qué corto eres, tío. Tengo que traducirte las cosas a la jerga del taller. Es la que monta, la que jode, es la tía que se está follando.Sebas quedó pensativo. La chavala tenía sus quilates. Estaba buena un rato largo. Joder con el López, cómo se gastaba la chequera. ¿No sería una putita?
—¿Estás segura? ¿Y por qué nos la presentó como su hija?
—Estás senil, macho. ¿Ya no recuerdas que fue ella la que se presentó con un “hola papá” que sorprendió al propio López?
—No recuerdo detalles. Para ti será deformación profesional… como si a mi me vienen a vender algo, o si voy a la reventa —dijo Sebas recordando a don Faustino—, me fijaría más… ¿Y no será una chica de compañía?
—No lo creo. No hubiera sido tan torpe de citarse con ella en La Cama.
—¿Y tú cómo te has enterado de todo eso?
—Me lo han dicho en el Ayuntamiento. Les han visto juntos en algunas ocasiones en ciertos sitios de alto copete a los que tú no me llevas.
—¿Es que tenéis montado un KGB en el Ayuntamiento?
–preguntó Sebas cambiando de tercio.
—Más bien es un Radio Macuto, pero funciona igual de bien.
—Pues como en el taller. Ya veo que ahí apuntáis más alto que nosotros.
—Tú tenme informada de los chascarrillos que haya por la ciudad que ya haré yo por enterarme de las cosas importantes.
—¡Toma, mira esta! La don importante…
—La doña importante, querrás decir.
—Por mí a esa neolengua orwelliana (como la llamó don Faustino) que estáis fabricando entre todos los políticos la pueden ir dando por el culo.
—No seas vulgar, Sebas, que luego se te escapan estas ordinarieces en el cotillón y me haces pasar vergüenza.
—Pero si había venido a decirte que no me apetece ir.María ya había terminado de vestirse y ahora cogió la percha donde estaba colgada la ropa que Sebas debía lucir en el cotillón.
—Toma; ve vistiéndote. Y no se hable más. No voy a dejar que me arruines el comienzo del año.
—Dirás el final.
—Me da igual, Sebas. Además tengo entendido que acudirán unos conocidos tuyos.
—¿Quiénes? —preguntó Sebas de mala gana.
—El señor Fuhrmann y su inseparable Reich, los de la Mercedes. Serán invitados de López, si finalmente han podido volar hoy por la tarde.
—A esos controladores prepotentes ya les han dado pa’l pelo, jeje. Menos mal que de vez en cuando a los políticos os da por coger el toro por los cuernos. Apostaría que el detonante fue que uno del gobierno quedó trabado en un aeropuerto extranjero sin poder volar a España en la última “descontrolá”.
—Vístete, Sebas, que hay que llevar al Sergio a casa de mis padres. Y no quiero andar con prisas.
—¿Prisas? ¡Pero si no son las cinco de la tarde!
—Hombre, Sebas. No pensarás que vamos a ir a casa de mis padres, dejar al niño, y salir pitando.
—Pues entonces mejor me visto allí, porque seguro que a tu padre se le ha aflojado alguna tuerca y tengo que apretársela.
—No seas sarcástico, que no te va.
—Mujer, si lo digo en serio. Siempre que voy tiene alguna chapucita para mí. Podía traerme algún día el Aston Martin al taller. Pero prefiere dejar la pasta en la competencia y que el tonto del yerno le arregle las pijaditas sobre la marcha.
—Pues vete vestido y así tienes una disculpa. Ya te echaré yo un capote.
—Mejor no. Sabiendo que voy con tiempo ya me habrá reservado algo; si no tengo que mirar la caldera tendré que meterle alguna luz en el invernadero o sacarle algo de la cochera. Voy a ir vestido de etiqueta y me va a tener ropa vieja preparada para que me la ponga. Lo que más me jode es que la grasa no sale bien de las manos… —Sebas dijo esto con toda la intención.
—¡Ah, no! Por ahí no paso. Ya le diré yo que nanai del peluquín. No me vas a llevar al cotillón con las manos negras.
—Es igual. No me voy a poder escapar. Mañana tendré que ir a por el Sergio.En ese momento el rapaz apareció con el periódico en la mano.
—¿Habéis visto lo que pone el periódico? Hoy hay que pensar en lo que queremos hacer en todo el año que viene. Y formular un deseo para que se cumpla.
—No majo; lo que hay que hacer es trabajar fuertemente para conseguir las metas que te propongas —le aleccionó María—. De nada vale desear aprobar el curso si no te pones a ello. La virgen no se le aparece al que no estudia, Sergio.
—Papá, ¿a que mamá es una aguafiestas?
—Me temo que en esta ocasión tu madre tiene toda la razón. Ya lo hablamos. ¿No lo recuerdas?
—No…
—El día que nos fuimos a ver a la selección, Sergio —dijo Sebas mirando fijamente a los ojos a Sergio, para que el crío no metiera la pata.
—¡Ah, sí! —dijo el galopín como quien trataba de recordar algo muy lejano.María, que no estaba en el ajo de lo que en realidad sucedió, torció el morro. Todavía le escocía la acción de Sebas en contra de los más básicos preceptos educativos.
—De todas formas no perdemos nada formulando unos deseos. ¿Tú qué te pides, papi?
—Hombre, Sergio. Así, a bote pronto. Los deseos como que no se dicen. Pueden ser deseos secretos.
—Bueno, los tuyos ya me los sé yo. Que el Barça gane todo lo que pille y que nos chorree en el Bernabéu. Pero no me extraña. Haciendo trampa, cualquiera.
—¡Qué trampa ni qué leches, niño! Os metimos una manita limpia en el Nou Camp. Qué facilidad tenéis los del Madrid para olvidar las humillaciones.
—Sí, papá, pero haciendo trampa.
—¿Pero por qué dices que haciendo trampa?
—Pero bueno, ¿a ti te parece normal que esos tíos del Barça se pasaran todo el partido corriendo, y todavía arrearan al final, como si nada?
—¿Qué quieres decir, Sergio?
—Pues que esos tíos toman algo. Mira la que se ha liao con el atletismo y la gachí esa que han pillao. Y todo el mundo diciendo que en el fútbol van puestos hasta las cejas.
—¿Y donde has oído tú eso, chaval?
—Pues en el insti, papá. Todo el mundo lo dice. To’dios se dio cuenta. Los del Madrid parecían juveniles.
—Porque son unos mataos, tío…
—Que no, que no es normal que los jugadores técnicos sean además todo músculo y todo pulmón, papá. Que yo juego al fútbol y sé lo que es eso. Que llevaban gasolina extra por lo menos para ese partido. Que estaban demasiao pasaos.
—Sergio —terció María—; ¿y no piensas que si los del Barça iban dopados los del Madrid también pueden hacerlo? Lo que no se puede es acusar sin pruebas, sólo con sospechas. Y eso que haces es muy feo. Se llama tirar la piedra y esconder la mano. Dices que el dopaje está generalizado. Pues los del Madrid de tus amores también podrían ir puestos por los mismos motivos.
—No sé, mami. Tengo que pensarlo. Quizá a los del Madrid les dieron algo en el hotel donde se alojaron en Barcelona. Como Maradona, que le dio un brebaje a Branco en el Mundial de Italia.
—Pero Sebas. ¿Tú qué mierdas le dejas ver al niño en la tele cuando yo no estoy?
—Mujer, documentales… Y hablan de esas cosas y de otras. Pero éste sólo quiere ver documentales de deportes.
—¿Y hay muchos así?
—De deportes no hay muchos.
—Pero nos los bajamos de Internet, ¿eh, papá? Como los de la corrupción de la FIFA.
—Calla, chaval… ¿No sabes cuándo estar callado, eh?
—Sebas, joder. Yo pensaba que veíais documentales del National Geographic y esas cosas.
—Pues si es ahí que los dan, María.
—¿En el NatGeo…?
—Ahí no muchos, la verdad. En las otras cadenas de documentales.
—Y los de Internet… —insistió Sergio.
—¡Que te calles, leche!
—Bueno, mamí… ¿Y tú que te pides para el 2011?
—Que cambies y estudies. Algún año tendrá que ocurrir…
—Eso no vale. Te tienes que pedir algo para ti.
—¿Y te parece poco para mí que tú cambies y estudies y apruebes el curso sin tener que reñir contigo a todas horas?
—Bueno, yo haré lo que pueda, pero tú ahora que vas a ser alcaldesa, tendrás que pedirte algo. ¿Un despacho más grande que el del Segis, mamá?
—¡Sergio! A ti esas cosas no deben preocuparte lo más mínimo.
—Joer… Pero si ya me llaman “el alcaldillo” en el insti. Como para no preocuparme.
—¿Que te llaman qué? —a Sebas le entró la risa floja.
—¡Sebas!, no creo que sea para descojonarse. El primer día de clase hemos de ir a ver al inútil de Belmonte.
—¿Y qué quieres que haga el dire, mamí? ¿Ponerme un guardaespaldas que castigue a todo el que me llame “el alcaldillo”?
—Bah, Sergio. Eso va a ser algo pasajero. Como cuando te llamaban “el ruedas” en el parvulario porque yo soy mecánico.
—Sí, ya…, eso se acabó el día que le di un puñetazo en la nariz al Angulo. ¿O te crees que la cosa se acabó por las buenas?
—¿Ese Angulo no era el matoncillo de tu curso?
—Pues de eso se trata. Le atizas al más grande y así los demás cogen miedo. Eso si tienes suerte de que el tío se te acojone, porque si te la devuelve estás más jodido que antes.
—¿Pero todavía existen esas cosas en el colegio, Sebas?
—¿Y a mí que me cuentas, María? Pregúntale a don Faustino, que tiene respuesta para todo. Va a ser tu Consigliere particular…
—Bueno, pero ¿tú qué te pides mamí?
—¡Ay, qué pesado!
—Mujer, para un día que lee la prensa…
—No sé, Sergio. Antes de pedirme nada tendré que ganar las elecciones. Lo que me puedo pedir es tener la clarividencia necesaria para dar con todas las claves y que no se me escape ninguna.
—¿Y tú, papá?
—Yo me pido que nos den el concesionario de la Mercedes, que allá por el verano parecía tarea fácil pero cuanto más avanzamos más despacio vamos. Y ahora que lo pienso, María: ¿de qué conoce López al señor Fuhrmann?María se dio cuenta de la metedura de pata. Pero de todas formas, tarde o temprano, Sebas tendría que enterarse. Y no le iba a gustar.
—Pregúntaselo a él. Me limito a trasladarte la información que el servicio de información del Ayuntamiento me ha comunicado.
—Chica, que fisna te pones con esa neolengua enrevesada que no dice nada… Deberías ver “1984”.
—Leí el libro en la Universidad, Sebas —dijo María mientras se alejaba en dirección al cuarto de baño grande—. ¡Y vístete ya!
(Continuará…)
- Escrito por Mirliton, publicado a las 11:02 h.
- Protagonistas: ·María Reina ·Sebastián Matute
- Escenarios: casa de los Matute
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