En la intimidad del vestuario (1)
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Llegas al pabellón con antelación. Con mucha más antelación de la que estipula el reglamento. Saludas a los conserjes de la puerta, que te franquean la entrada.
«…Muchos me consideran un mercenario, siempre trabajando al mejor postor. Pero nadie puede decir que no sea un profesional. Al contrario, estoy reconocido como un gran profesional que siempre se entrega a fondo allá donde está».
Te diriges a los vestuarios. Eres el primero en llegar, como de costumbre.
«…Mis compañeros de equipo, todos de Mospintoles y alrededores, buenos profesionales –simplemente–, se conforman con llegar a tiempo».
»…Soy el líder y lo he demostrado en numerosas ocasiones, en los momentos más difíciles…
Te gusta cambiar de aires cuando te notas encasillado. Ahora llevas un tiempo en Mospintoles, pero ya comienza a cansarte el ambiente “crecidillo” de la ciudad.
«…Sobre todo desde que el equipo de fútbol local milita en la segunda división. ¡Hay otros deportes en Mospintoles, caramba! El que yo practico, por ejemplo».
Te desvistes lentamente y te enfundas el uniforme, de una tonalidad azul que nunca te gustó; te parece color de pijama. Solo en el vestuario comienzas a concentrarte en tu labor.
«…Se espera de mí que tenga una actuación excelsa. En realidad siempre se espera de mí que haga grandes intervenciones».
Notas la presión, pero te gusta sentirla; te has acostumbrado a ella. Sabido es que la adrenalina crea adicción, y el pelotazo de epinefrinas que te proporciona tu oficio supone tu dosis semanal. En ocasiones hasta dos veces por semana…
«…Se me exige mucho, pero yo soy aún más exigente conmigo mismo».
Llegan tus compañeros, un tanto bulliciosos para tu gusto, cuando concluyes tu primera rutina de concentración.
«…Me he limitado a relajación y visualización externa en esta primera toma de contacto con mi cuerpo».
Te saludan cordialmente, pero no charlan contigo: tu equipo ha aprendido a respetar tu particular liturgia antes de salir a la arena.
«…Soy el líder y lo he demostrado en numerosas ocasiones, en los momentos más difíciles. Sé que ellos se sienten reforzados con mi presencia».
De nuevo te quedas solo en el vestuario. Comienzas a realizar unos ejercicios calisténicos. Unos saltitos, una rotaciones de cuello, unos giros de cintura; luego prosigues con unos estiramientos lumbares para continuar estirando las piernas.
«…Me gusta sentir cómo responde mi cuerpo».
Te cuidas, tanto en el aspecto físico como mental. No fumas, no bebes alcohol, y nunca has probado las drogas.
«…Tan sólo me concedo un vicio: dos tacitas de café al día, que suprimo dos, tres días antes de un encuentro crítico como el de hoy».
(Continuará…)
- Escrito por Mirliton, publicado a las 09:48 h.
- Protagonistas: ·Estampas mospintoleñas
- Escenarios: en Mospintoles
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