Aventuras en Las Landas (1)
Para celebrar el incipiente ascenso de Susana a TeleMadrid, Piquito invitó a la chica al cine en aquella tarde de un frío domingo a finales de febrero. Asistieron al estreno de una de esas películas de aventuras y fantasía que tanto gustan a niños y mayores. Luego volvieron a Mospintoles para cenar en el selecto Asador Castilla, donde habían hecho una reserva. Piquito, tras varias admoniciones de Susana en semanas anteriores, conducía lentamente su flamante cupé. No se le daba mal al chaval la sinergia con la máquina, pero la reportera le había advertido seriamente del peligro que suponía una conducción deportiva en las vías públicas.
» Así que empezó a animarse para probar suerte con el tiparraco aquel […]
Una vez concluida la opípara cena a base de carnes a la parrilla (sólo los jóvenes pueden cenar así), salieron al aparcamiento, y caminaban uno al lado del otro cuando notaron que alguien se les acercaba y les tomaba unas fotos. No vieron el destello de ningún flash, pero aquel tipo no se escondía para retratarles. Había pocos vehículos en el parking del asador, entre ellos una furgoneta blanca a unos pocos metros, y ningún otro alma a la vista. El delantero del Rayo reaccionó acercándose al personaje –un tipo que lucía un fino bigotito y era de baja estatura y contrahecho, como si tuviera una corcova o fuera renco, o todo ello– con ánimo de arrebatarle la cámara, pero el hombre reaccionó como un felino acostumbrado al hostigamiento dando un ágil paso atrás.
—Caballero, modere sus modales y permita que me presente. Me llamo Pepe Manu, y soy paparazzi y freelance. Está usted en un lugar público y yo me limito a hacer mi trabajo.
Piquito, que no estaba para sutilezas, le exigió la cámara de forma hosca:
—Y a mí qué me cuentas, mamarracho. Dame esa cámara o te la quito yo.
—Me temo que habrá de pedírsela a mi amigo, señor. Ahí lo tiene –dijo señalando hacia atrás.
De detrás de la furgoneta surgió un gigante, una mole humana con cara de bruto de dos metros de altura y por lo menos otros tantos de perímetro. Un moloso guardián de 140 kilos.
—“Erbeti”, el señor nos pide la cámara. ¿Qué vamos a hacer? –Y mirando nuevamente a Piquito, complacido en una situación que no debía ser la primera vez que ocurría, le dijo–: Comprenda, señor, que siendo freelance y con lo poquito que abulto, tengo que protegerme de los abusos de gente irascible, intolerante con el constitucional derecho a la información.
Piquito recordó su aventura con Núñez en su primera visita a las oficinas de López en el antiguo edificio (1). El jefe de seguridad del empresario, grande aunque más pequeño que el guardaespaldas del contrahecho Pepe Manu, salía ganando en nervio, agilidad y potencia, y hasta en inteligencia, pues este coloso, que parecía tener pocas luces, presentaba una nariz rota y el rostro marcado por varias cicatrices. Recordó que alguien le había dicho en cierta ocasión que había de protegerse de quienes tenían la cara limpia, que quienes la tienen marcada, a pesar de dar más miedo, es porque se las llevaban todas. Así que empezó a animarse para probar suerte con el tiparraco aquel, pero Susana, que ya sabía que el chaval no era de los que daban para atrás, le paró en seco:
—‘Pico’, vámonos… Déjalo ya, no tiene importancia.
Tras unos brevísimos instantes de duda, Piquito comprendió que la recomendación de Susana era una vez más la más prudente, y regresó a su auto nuevo, abriendo los seguros con la llave a distancia. Mientras tanto aquel personaje contrahecho siguió tomando instantáneas de la pareja con esa cámara especial para fotografías nocturnas. Una vez en el interior, Piquito, irritado, comentó que no entendía cuándo se había hecho “tan” famoso. Ella también se extrañó, quedándole un poso de lejana intranquilidad, una vaga idea de que algo no iba bien, aunque no era capaz de precisar el qué o por qué. Pero no tuvo tiempo de detenerse en mayores consideraciones porque Piquito estaba realmente exasperado. La joven comprendió que la hombría del muchacho quedaba en entredicho al abandonar la refriega exhortado por ella. A la imprecisa sensación anterior le siguió ahora el temor de que Piquito pudiera cometer una torpeza y comprometerles en serios problemas. Por ello, Susana le apremió para que abandonaran el lugar.
[Continuará…]
NOTAS:
- Escrito por Mirliton, publicado a las 10:52 h.
- Protagonistas: ·Piquito ·Susana Crespo
- Escenarios: el barrio, en Mospintoles
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