—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Como tumbas (4)

(Lee la entrega anterior)

—A estas alturas él ya estaba que se comía las uñas de los pies. Se las hubiera desenterrado él solito allí mismo… Yo le veía inquieto, nervioso, pero no tenía tiempo de entretenerme porque andaba entrando y saliendo de la barra atendiendo a los clientes de su sector y del mío.
—¿Pero tuvo él la serenidad de contarte todo esto? –quiso saber uno de los reunidos.

» —Me ha contado la conversación con tanta emoción que la recuerdo perfectamente.

—Serenidad tuvo poca. Al final le dio un ataque de ansiedad, y rompió a llorar en el almacén. Don Octavio, que había llegado, me dijo que me quedara con él y no le dejara solo, y fue cuando entre sollozos me contó lo que había oído.
—¿Pero qué fue exactamente lo que escuchó?
—Pues los dos vejestorios siguieron con sus confesiones, confiadas en que nadie escuchaba su conversación:

—Pensó en un buen amigo de la familia. Le atraía de cierta forma, y además tenía muy buena presencia. Lo eligió para hacerle la proposición porque es hombre casado y responsable. Pensó que la escucharía y que no se encapricharía de ella si las cosas llegaban a mayores. Y que accediera o no, sería un tumba ante semejante proposición.
—¿Y se lo propuso así sin más?
—Mujer, así sin más no sé. Supongo que lo estuvo preparando. Él es cliente habitual, y un día que estaban solos le abordó y se lo propuso.
—¿Y el hombre qué dijo?
—Pues la dijo sentirse halagado, y que él también sentía cierta… inclinación hacia ella, pero que no veía la cosa muy clara.
—¿Y qué es lo que él veía?
—Me ha contado la conversación con tanta emoción que la recuerdo perfectamente.
—Cuenta, cuenta…
—Pues le dijo:

—No creo que esa sea una solución para tus males a largo plazo. ¿Has tratado de hablar con él?
—Sí…, pero no quiere hablar de ello.
—Es normal. Sentirá que te está fallando.
—Pero llevamos así tres años.
—¿Y por qué has pensado en mí?
—Porque eres amigo de mi marido.

[Continuará…]