—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Diálogos (4)

(Lee la entrega anterior)

UN ÁRBITRO EN LA COMISARÍA

El Inspector Cañeque estaba de guardia cuando vio entrar al despacho un señor vestido de corto con un silbato que le colgaba de la pechera. Le acompañaban dos policías de paisano quienes, sin mediar palabra alguna, le pusieron sobre la mesa un documento, obligaron al recién llegado (más bien traído a la fuerza) a sentarse y se largaron a otras dependencias como queriendo decirle a Cañeque: ahí queda eso y apáñatelas como puedas.

El inspector Cañeque se puso las gafas de ver de cerca y comenzó a leer el documento. Conforme iba avanzando en su lectura la boca se le abrió para iniciar una leve sonrisa que derivó a continuación en una carcajada. Entonces dejó los papeles sobre la mesa, puso en marcha el “Word” del portátil y empezó el interrogatorio.

» —Eso es un record, amigo mío… Recuerdo algún caso de la liga paraguaya, creo que por el año 1993, en que el árbitro expulsó a 20 jugadores, pero lo suyo ha sido todo un recital…
—Me he limitado a aplicar estrictamente el reglamento…

—¿Se llama usted Roberto Foruria Paz?
—Sí, señor.
—¿Es usted árbitro de fútbol?
—Sí, señor.
—¿Es usted natural de Madrid capital?
—Sí, señor…
—Olvídese de tanto «sí, señor» que esto no es el ejército. ¿Es usted consciente de lo que ha hecho?
—Sí, señor… perdón, sí, soy consciente de lo que he hecho.
—En el breve atestado a pie de campo que mis compañeros han escrito señalan, como conclusión, que han tenido que sacarle custodiado y que hay amenaza de que se presenten varios cientos de denuncias contra usted, desde las de los clubes que disputaban el encuentro que arbitraba hasta algunos espectadores. ¿Este era su primer partido?
—Por supuesto que no. Soy árbitro desde los 16 años y esta semana he cumplido los 30.
—¿Quiénes jugaban?
—El Atlético Mospintoles, filial del Rayo, y el Alcorcada. Un partido de la máxima rivalidad.
—¿Categoría?
—Tercera División.
—¿Se considera un buen árbitro de fútbol?
—Llevo varios años a punto de subir a categoría nacional pero siempre me quedo con la miel en los labios…
—Pues con lo que ha ocurrido hoy me temo que no sólo no subirá sino que puede que hasta le expulsen del arbitraje…
—Estaba harto.
—Explíquese.
—Llevo 14 años arbitrando. Al principio por vocación, aunque esa razón pueda tomarse a risa. Ya sabe, hay gente para todo…
—Dígamelo a mí… —salió al quite Cañeque, pensando en los motivos por los que se metió a poli hacía ya más de 30 años.
—Conforme fui ascendiendo en el escalafón las cosas se pusieron peor. Ya sabe, los jugadores presionan, los aficionados insultan… En la competición regional ya se mueve dinero y eso se nota. Entonces pensé en dejarlo o retornar a las categorías de aficionados: infantiles, cadetes, juveniles… Pero tuve problemas laborales y los ingresos del arbitraje, ridículos en estas categorías, me echaron para atrás. No es que un árbitro de tercera división gane una millonada pero hace un apaño a fin de mes.
—La vocación se trastocó en devoción…
—No había más remedio. Con ella empecé a darme cuenta de lo complicado de saltar al campo, de luchar contra las adversidades. Ya sabe: insultos, abucheos, agresiones… Dos veces he estado en el hospital. En estas categorías intermedias, a veces arbitrar es jugarse la vida, pero a menudo no hay más remedio que seguir.
—Y hoy explotó…
—Efectivamente, señor inspector. En Mospintoles me la tenían jurada desde el año pasado en que, en un partido muy importante, también contra el Alcorcada, cometí algún error de bulto y logré escapar por los pelos. Esta mañana ya me estaban esperando a la entrada del campo. Luego, en el partido, fue todo a más.
—Supongo que los jugadores le ayudarían a capear el mal ambiente…
—Todo lo contrario. Desde el minuto uno han estado protestando por cualquier decisión mía, ha habido juego duro, algunos me han insultado, provocándome…
—Dicen aquí mis compañeros que el partido ha tenido que ser suspendido porque usted expulsó a los dos equipos. ¡A los dos!
—Sí, incluyendo entrenadores, jugadores suplentes, masajistas y todo el que andaba por los banquillos.
—Eso es un record, amigo mío… Recuerdo algún caso de la liga paraguaya, creo que por el año 1993, en que el árbitro expulsó a 20 jugadores, pero lo suyo ha sido todo un recital…
—Me he limitado a aplicar estrictamente el reglamento…
—Señor Foruria: si eso mismo hiciésemos los policías, aplicar las leyes y las directivas a rajatabla, no quedaba ni un ciudadano libre de polvo y paja.
—Lo sé, pero hoy no estaba dispuesto a tolerar lo más mínimo. Reconozco que estaba muy enfadado por el recibimiento de los aficionados pero eso no fue lo más grave. Ya le he dicho que los jugadores no ayudaron lo más mínimo. Actuaron con mala educación, con violencia, con alevosía… Sé que se jugaban mucho pues los equipos aspiran al ascenso pero…
—Amigo mío, hay que tenerlos bien puestos para hacer lo que usted ha hecho. O ser un suicida… porque, además, llamó a la policía en varias ocasiones a lo largo del partido para que tomasen nota de algunos aficionados que desde la grada le insultaban. Eso jamás se ha visto en un campo de juego…
— Me harté. Estoy acostumbrado, cómo no, al comportamiento maleducado y hasta faccioso de algunos aficionados pero esta vez la cosa era intolerable. Había pancartas de por medio, “Muérete, arbitrucho”, “Eres un canalla, acuérdate del año pasado”… Pedí a la policía que mandara retirar esas pancartas, que iba a denunciar a sus portadores, que les tomase los nombres y apellidos…
—Echó usted más leña al fuego, y mira que la hoguera ya era un incendio…
—Estaba defendiendo mi honor y mi dignidad. ¿O acaso los árbitros no tenemos nada de eso?
—Hay cosas que no se preguntan porque hay que dejarlas en el vestuario. Ese es el juego y a eso ha estado usted jugando durante años…
–Hoy se me inflaron los cojones, inspector. Perdóneme la expresión pero es así. Estallé.

El inspector Cañeque era un maestro tecleando en el ordenata al tiempo que interrogaba a su interlocutor.
—Supongo que hay algo más que fútbol y mala leche en los aficionados y jugadores para justificar su comportamiento tan increíble e inédito. Mañana lo van a satanizar en el colegio de árbitros, en el mundillo de los clubes de fútbol, en las radios y televisiones. Es probable que se haga famoso en todo el mundo. ¿Pensó usted en las consecuencias cuando decidió actuar como lo hizo? Se le va a acusar de haber provocado un altercado público, bien que sin muertos ni heridos…
—Yo no provoqué nada, fueron los jugadores con el pésimo desempeño de su profesión, saltándose el reglamento cuatro pueblos, y fue una parte del público la que me insultó, me calumnió y me vejó. Tengo las fotos de las pancartas, los nombres de quienes las portaban…
—No lo va a tener fácil, amigo. ¿Tiene algo que alegar en su defensa? No sé, un drama familiar reciente, una disminución de sus capacidades mentales… Entiéndame, señor Foruria. Me ha caído usted muy bien pero en estos momentos sólo soy un policía que tiene que tomarle declaración. Alegue algo en su defensa porque le van a crucificar…
—Usted también me ha caído bien, señor inspector. No lo escriba, por favor. Es un off the record. Este jueves me tocaron 15 millones de euros en la bonoloto. ¿Le parece a usted poco motivo para que explotase en mi último partido como árbitro?

[Continuará…]