—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Diálogos (6)

(Lee la entrega anterior)

LOS HUEVOS, POR LOS AIRES

El mercado de abastos de Mospintoles se encuentra cerca del Parque aunque a la suficiente distancia para que su barullo habitual no interrumpa el sosiego de éste, mucho mayor desde que la churrería Manuela fue cerrada a cal y canto por decisión de la señora alcaldesa. Ni la movida que hubo en la ciudad ni las peticiones de prórroga que pedían algunos conmovió a la Ilustrísima Señora doña María Reina. En vista de lo cual doña Manuela, utilizando todos sus contactos, que no eran pocos, logró alquilar un puesto vacío existente en el mercado municipal. El negocio no se resentiría demasiado.

El siguiente diálogo, sin embargo, no se produjo en la churrería sino en otro local cercano del mercado: un puesto de venta exclusiva de huevos. Hacía un mes que había comenzado el año y, pese al paro y a las congelaciones de sueldo, algunos de los precios de los productos más básicos se habían disparado. Entre ellos, el más importante fue el de los huevos.

» —Al menos no somos hijoputas, como esos de la unión europea, del gobierno, de la autonomía, del ayuntamiento, de los bancos… Bienestar animal… ¿y de nuestro bienestar quién coño se ocupa?

—Mariano, ponme dos docenas de huevos. Ya sabes, fresquitos, gorditos y baratitos…
—Me temo, señora Eulalia, que en lo de baratitos la cosa no va a ser posible. Y no es por mi culpa, se lo digo de antemano…
—¿Qué ocurre, que las gallinas andan de huelga y sólo ponen las que están de servicios mínimos?
—Ojalá fuese eso, señora, ojalá.
—Estoy empezando a preocuparme, Mariano. Por cierto, no veo los precios por aquí… El guardia municipal te va a poner una multa de campeonato…
—Es que los puse cuando abrí y la gente, nada más verlos, huye despavorida…, así que los he quitado.
—A ver si pica el personal, ¿eh, pillín?
—Nos conocemos desde hace muchos años y hay confianza entre nosotros, señora Eulalia, por eso le he dicho que los huevos… de baratitos nada de nada. Para que usted lo sepa…
—¿Y a cómo va ahora la docena?
—A dos euros.
—¡Coño! ¡Si el otro día me costaron a uno…!
—Yo no tengo la culpa, eso es cosa de la unión europea…
—Me cago en la madre que la parió… ¿Y quién es esa pelandusca?
—Pues una que nos está haciendo la pascua.
—Y ahora le ha dao por los huevos, ¿no?
—Sí, señora Eulalia. ¿Sabe usted por qué han subido un cincuenta por ciento y ya no van a bajar nunca más?
—Pues no tengo ni idea pero por una cosa buena no será.
—Buena sí es, pero para las gallinas.
—No lo entiendo, Mariano. ¿También las gallinas están en la unión europea?
—Con más derechos que nosotros.
—Pues sigo sin entenderlo. Es que soy muy torpe…
—Es muy sencillo. La unión europea está empeñada en mejorar el bienestar de los animales… y eso cuesta mucho dinero.
—Que pagaremos nosotros, ¿es eso?
—Más o menos. Han sacado una nueva reglamentación por la que las jaulas donde están las gallinas tienen que ser más grandes. Eso implica la reforma de las naves o la construcción de otras nuevas, además de mejoras de los materiales del suelo y ponerles diversos accesorios para su mayor comodidad.
—Vaya… esos cabrones se preocupan más por las gallinas que por los humanos. Mientras nos joden vivos con el control del déficit ese y la exigencia de recortes, se dedican a cuidar a las gallinas. A lo mejor es que los huevos estarán más buenos y ricos con tantas comodidades…
—¡Qué va, doña Eulalia! Todo seguirá igual menos nuestro bolsillo. Pero fíjese si están zumbados esos eurodiputados que hasta han reglamentao que las gallinas tienen que estar separadas por una cortinilla para que puedan poner los huevos en la más estricta intimidad. ¿Qué le parece?
—¡Qué hijoputas! Y mientras, en mi casa de 60 metros cuadrados durmiendo siete personas, hacinados como…, como… humanos…
—Pero esto sólo es el principio. También han pensado en mejorar el bienestar de otros tipos de animales, ya sabe, los cerdos, las terneras, las vacas…
—Son capaces de haber legislao que a las vacas les pongan un sostén para que no se escandalicen los niños al verlas por la tele. ¡Pero qué hijoputas que son! Y los humanos viviendo en chabolas, en ciudades donde no se puede ni respirar, tragando mierda a todas horas.
—Pues es lo que hay. Sin trabajo, con sueldos de miseria, empeñados hasta las cejas, con una sanidad y educación que van a retroceder diez años y ellos, allí en Bruselas, tan calentitos, perdiendo el culo por las gallinas. Si es que hace falta una revolución, señora, una revolución que corte unas cuantas cabezas y verá qué finos se ponían algunos…
—Deje, deje, Mariano. No miente esas cosas porque tal y como está el patio los que tenemos todas las bolas en el bombo para acabar descabezados somos nosotros.
—Entonces, qué… ¿se lleva, como siempre, dos docenas de huevos?
—Me vas a tener que poner sólo una por falta de ingresos presupuestarios, control del déficit hogareño y de la inflación y porque estar gordos cada vez está peor visto. ¡Dividiré cada huevo por dos! Hijo, nos llevan a una economía de guerra… Y, anda, pon los precios que sólo te falta que llegue el municipal, te arree un multazo y encima pierdas dinero. Ya sabes que el Ayuntamiento está lampando también por sacarnos los cuartos sea como sea.
—No somos nadie, doña Eulalia…
—Al menos no somos hijoputas, como esos de la unión europea, del gobierno, de la autonomía, del ayuntamiento, de los bancos… Bienestar animal… ¿y de nuestro bienestar quién coño se ocupa?

[Continuará…]