—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Morir de éxito (1)

[En 5 entregas diarias]

En el gimnasio del complejo deportivo Mospintoles-2 es muy conocido Polonio, alias el Músculos. Así lo apodan sus amigos. El tío, un chaval de 22 años que trabaja de pizzero por las noches, tiene una disciplina a prueba de bombas y cohetes para someter su cuerpo al efecto benéfico de pesas y mancuernas así como de todo tipo de artilugios y aparatos que fomentan la musculatura. Hace algo más de un mes cumplió su tercer añito como socio y el encargado de que todo esté en orden en el gimnasio jura que no le ha visto faltar ni un sólo día en ese tiempo. No es de extrañar que tantas horas de esfuerzo dale que te pego con los músculos hayan obrado el milagro de dotar a Polonio de un cuerpo perfecto. La verdad es que verlo, impresiona. Hay otros colosos musculados que dan una imagen casi esperpéntica o, al menos, repelente pero en Polonio todo es armonía, proporción y belleza. ¡Menudo cuerpo serrano tiene el gachó!

» En lo que Polonio sí tiene el éxito garantizado es en su relación con las mujeres, no sólo porque es un tío simpático y dicharachero sino porque hay muchas que piensan que tanto músculo híper desarrollado a la vista no puede desmerecer de ese otro músculo que oculta a duras penas entre las ingles.

Al chico la naturaleza le ha sido pródiga en el apartado físico pero bastante rácana en lo que se refiere a su mente. Ya señalábamos en otra crónica (1) que su cerebrín es más propio de un cefalópodo que de un humanoide. Es probable que un calamar tenga más neuronas funcionando que el buenorro de Polonio. Él sueña con que algún día le contraten en el complejo, donde se encuentra más a gusto que un marranillo en un charco pero, además de paciencia, debería ir acumulando ciertos saberes intelectuales y culturales pues no sólo de músculo vive un entrenador personal o un encargado de gimnasio.

En lo que Polonio sí tiene el éxito garantizado -y sin necesidad de tener el título de la ESO- es en su relación con las mujeres, no sólo porque es un tío simpático y dicharachero sino porque hay muchas que piensan que tanto músculo híper desarrollado a la vista no puede desmerecer de ese otro músculo que oculta a duras penas entre las ingles. Y como, al fin y al cabo, comprobar su volumen y potencia sólo cuesta un rato de refocile y cachondeo, pues eso, que muchas féminas en edad de merecer, y otras que ya la han perdido pero que quieren tener un buen recuerdo postrero, hacen cola para echarse unos polvos con Polonio, a lo que éste no hace ascos, como es natural.

Y como la cosa sale gratis, pues todavía no se le ha ocurrido cobrar, tiene una lista de espera superior a la que hay en el Inem de Mospintoles en espera de obtener algún trabajillo chapucero a precio de céntimo de euro. La fama de que es un toro, en el gimnasio y en la cama, tiene su mala contrapartida en que más de un novio o casado ha querido partirle la cara pero en cuanto ven su porte cuadrangular de puro músculo, como que se lo piensan mejor…

Varios días después del «aniversario», las rutinas de nuestro atlético amigo saltaron por los aires. Fue cuando el bueno de Polonio vio entrar en el gimnasio a una guapa moza, alta y morena, que quitaba el sentío a todo aquel que le echaba una mirada. Como era presumible, nada más verla el joven estableció el primer acercamiento con Helen, que así se llamaba la morenaza.

La chica era inglesa y sabía hablar español mejor que muchos nativos, incluido Polonio. Desde principio de curso estaba en Madrid estudiando con una beca Erasmus pero hacía un par de semanas que se había trasladado a vivir a Mospintoles junto con otros estudiantes ya que así se ahorraban un buen dinerillo en el alquiler de la vivienda.

Mientras que a Polonio se le iban los ojos tras los de Helen, el resto de sus camaradas de músculo y sudor hacían cábalas en voz baja sobre el tiempo en que su líder tardaría en ligársela. Acertaron la mayoría (fue cuestión de cinco minutos) pero fallaron estrepitosamente en el carácter del ligoteo. Polonio quedó tan fascinado por la becaria que en ese tiempo se olvidó por completo de las pesas, el remo, la polea y todo aparato que pudiera distraerle. Lo único que hacía era -embelesado- hablar y escuchar a la belleza foránea. Aquella nueva relación nacía con aires diferentes a los habituales.

Al día siguiente Polonio no acudió al gimnasio. Sus amigos, y el personal de la instalación deportiva, pensaron que algo grave debía sucederle, aunque el colega más cercano tranquilizó a todos diciendo que no le ocurría nada malo.

Lo cierto es que durante una semana el cachas de Polonio no sólo no apareció por el gimnasio si no que nadie le vio el pelo por Mospintoles. Nadie disfrutó tampoco con la belleza de la chica inglesa, lo que hizo pensar a todos que aquella pareja de tórtolos tenía otro nido más placentero que el complejo deportivo. No les faltaba razón aunque la relación entre ambos tenía sus dificultades. Más o menos, como le pasa a España e Inglaterra en la rivalidad político-deportiva.

[Continuará…]


NOTAS:

  1.  — Ver la descripción que hacíamos de Polonio y de toda la fauna que pulula por el gimnasio de Mospintoles.