—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

En la Bola del Mundo (y 4)

(Lee la entrega anterior)

»…Uf, af, allí se ve la meta, un último esfuerzo, por fa, por fin se acaba la pesadilla, ánimo hombre, que ya estás cerca, en tres kilómetros he perdido medio hora respecto a Mosquera, el que me dicen que ha ganado la etapa. Me alegro por él. Tiene mucho mérito lo suyo. Treinta y cinco años, harto de trabajar en el aserradero y de jugarse la vida en carreras de segunda, como yo. Pero al menos hoy tiene su momento de gloria, porque yo… uy, no veo bien la carretera ni la pancarta de la llegada… ¿Dónde está la puta pancarta?…, ah, ahí está, y encima pone “Ahorra energía”, yo es que me los como con patatas…, capullos…, ¿qué me pasa?, noto algo raro aquí adentro… Oh, ¡dios mío…!».

» Don Faustino salió del bar con aire pesaroso y miró al cielo. Tenía el presentimiento de que el bueno de Rafael estaba siendo llevado en esos momentos en un helicóptero del 112 hacia un hospital de Madrid.

Don Faustino, pese a que hacía más de media hora que había acabado la etapa, seguía en la barra del bar. Había contemplado en la tele la durísima subida a la Bola y se había alegrado de no haber estado en todo lo alto para contemplarla. Aquel nivel de exigencia a los ciclistas tras tres semanas de carrera, allá arriba, le habría indignado aún más. Si los primeros en arrivar a la meta habían llegado exhaustos, no quería ni pensar como lo habrían hecho los últimos. Alguien comentaba que desde el puesto número 28 hasta el último corredor en llegar a la meta, el 156, el retraso respecto al vencedor de la etapa iba desde los cuatro minutos a los treinta. Teniendo en cuenta que prácticamente todos los ciclistas habían comenzado la subida a la Bola del Mundo en pelotón, sus tres kilómetros de recorrido ponían de manifiesto su suprema dureza y esas diferencias de tiempo tan escandalosas.

El viejo profesor volvió a acordarse del ciclista mospintoleño, Rafael García. En ese momento, el mismo que había comentado con todo lujo de detalles los detalles de tiempo de la etapa, dijo en voz alta:
—Me dicen por el móvil que un ciclista se ha desvanecido justo cuando estaba a punto de cruzar la meta. Están intentando reanimarle aunque la cosa pinta fea…
—¿Qué le habrá pasado? —preguntó inocentemente un señor que se encontraba al final de la barra.
—Iría dopado hasta las orejas y ya ves… Ojalá no la palme… —le contestó un tipo de al lado.
—Si es que algunos son unos irresponsables… —replicó el que había preguntado.

Don Faustino, que ya había pagado su consumición hacía unos minutos, salió del bar con aire pesaroso y miró al cielo. Tenía el presentimiento de que el bueno de Rafael estaba en esos momentos siendo evacuado en un helicóptero del 112 hacia un hospital de Madrid.