La soledad del propietario (y 4)
(Lee la entrega anterior) |
Buscaban jugadores con calidad para brillar en la segunda división pero que por un motivo u otro estuvieran apagados en la segunda B o incluso en la tercera división. La cantera del Rayo podía procurar un par de chavales para debutar con el equipo… Y Piquito… Aquel chaval… ¿Quién coño sería su padre…?
Tenían que blindar su contrato ahora que se había destapado como un jugadorazo. A buen seguro ya le habrían llamado… Había oído que el Atlético de Madrid estaba tocando a su puerta. López estaba tranquilo. El agente del chaval era de su confianza, y sabía que de traicionar a López perdería mucho más dinero del que podría llegar a ganar.
» Había mucho dinero en juego como para dejarse llevar por la sensiblería. Esto del fútbol profesional no era más que un negocio puro y duro.
Quedaba un asunto pendiente. Una duda para la que su equipo técnico no había tenido respuesta desde que la planteara en el Consejo de Administración allá por el mes de marzo. ¿Tenía el Rayo un entrenador de segunda en la persona del actual míster?
Para López estaba claro que el Rayo debía a su actual entrenador el lugar que ocupaba. Había cogido al equipo en tercera y lo había llevado a la segunda división con pulso firme. Pero, ¿estaba capacitado para mantenerse en segunda, donde muchos equipos les superaban tanto en calidad de sus mimbres como en el volumen de sus presupuestos? ¿Tenía la calidad necesaria? ¿Era un entrenador de segunda o su tope era la segunda B?
López había planteado la cuestión aquel día en el Consejo de Dirección de otra forma: ¿tenían entre sus manos un entrenador de primera división que estaba aún por destaparse? En ese caso no le podían dejar marchar…
Basáñez, siempre al quite, había reformulado la cuestión: en caso de tener un entrenador de primera, ¿cuánto tiempo iba a necesitar para demostrarlo? O preguntado de otra forma: ¿el tiempo para demostrar su valía como técnico era el mismo del que dispondría el Rayo en segunda división?
La decisión sobre la continuidad del míster había quedado aplazada porque su contrato finalizaba al término de la campaña que llevó al Rayo a segunda. Pero no podían posponerla más. Aunque López lo tenía muy claro: para llevar al equipo a la primera división necesitaban un entrenador de primera que aceptara militar en segunda. ¿Lo tenían ahora? Esa era la cuestión.
Había mucho dinero en juego como para dejarse llevar por la sensiblería. Esto del fútbol profesional no era más que un negocio puro y duro. Quien no lo entendiera así no tendría nada que hacer en un mundo agresivo donde lo que no tienes tú lo cogen los otros.
Sonó el teléfono de nuevo y López se sobresaltó… ¿Dos veces en la misma tarde? Decidido, descolgó:
~López, dígame…
~Soy Teresa… ¿Es que no piensas llamarme hoy?
López sonrió… Por segunda vez eran buenas noticias…
- Escrito por Mirliton, publicado a las 14:25 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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