Radio Pelota (y 4)
(Lee la entrega anterior) |
Sebastián apagó también la radio. Aquella chica de las ondas, a la que le encantaría conocer, le había tranquilizado sobremanera. Y el señor López. Piquito seguiría al menos una temporada más en el Rayo y él estaba dispuesto a no perderse ni un solo partido ni un entrenamiento. Mientras dirigía la mirada hacia su hijo, que seguía dale que te pego matando marcianitos, escuchó el llavín de la puerta y, segundos después, vio a María, su señora.
—Uf, qué cansada… Pero Sebas –la doña, al ver al hijuelo darle a las teclas, torció aún más el gesto– ¿a estas horas y todavía está Sergio levantado?
¡Si al menos estuviera estudiando…!
—Estoy estudiando cómo matar muchos marcianitos con el menor número de disparos, mami…
—Menos cachondeo, niño, que todo el que te sobra en casa te falta en la calle. ¿Y tú, qué? –dirigiendo la mirada hacia el sofá donde permanecía callado el doño–, con el cubata y el cigarrito y que el niño haga de su capa un sayo…
—Mujer, me ha dicho que no tiene deberes para mañana, el pescado ya lo tiene vendido…
—Querrás decir “podrido”. Tenemos una próxima tutoría con don Faustino y me huele que le van a suspender todas las asignaturas menos la gimnasia. No estudia, no le obligas, no colabora en las tareas mínimas de la casa, se le van a poner los dedos de las manos más gordos que los de los pies de tanto jugar a la Play. Yo no puedo estar en todo, Sebas. El Ayuntamiento me absorbe todo el tiempo. La oposición me tiene en el punto de mira. Los periodistas están a la que salta. Eres tú el que tiene más tiempo para estar encima de Sergio y obligarle a que cumpla con sus obligaciones de hijo y de estudiante. Y de irse a la cama a las once. Así que, hijo, indulta a todos los marcianos que aún quedan vivos y… directo para el catre. Y ni una protesta más que ya bastante tengo con los concejales de la oposición. Dame un beso y hasta mañana, Sergio. Y no se hable más…
» Desde que se acabó la Liga parece que la lengua la tienes dormida…
Sergio apagó la tele en un santiamén, besó a su madre, guiñó un ojo al padre –que le devolvió el detalle– y salió corriendo hacia su habitación.
—¿Y tú no dices nada? Anda, déjame dar una calada que vengo hoy con un cabreo de mil pares de narices –y quitándole el cigarrillo de las manos a su maridín, lo chupó, respiró hondo y se echó medio derrengada en el otro sofá; Sebastián seguía sin decir ni pío–. ¿Qué, pescadero? Desde que se acabó la Liga parece que la lengua la tienes dormida…
—Piquito seguirá al menos un año más en el Rayo…
—Piquito… Así va el país, unos pocos preocupados porque funcione como es debido y la gran mayoría perdiendo la sesera por un chiquillo que no sabe enlazar dos palabras seguidas. ¡Qué país!
- Escrito por Cogollo, publicado a las 16:15 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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