Un regalo de navidad (2)
(Lee la entrega anterior) |
Don Faustino estaba ahora algo incómodo. Tenía mucho que decirles a este matrimonio sobre los progresos y los retrocesos de Sergio en este primer trimestre escolar, y por otra parte era obligado reconocer que no era de recibo meter a los padres de este chiquillo en la misma bolsa que a los demás padres. Pero le dolía ser utilizado de este modo; al menos podían haberse puesto en contacto con él para aplazar la reunión.
—No sé si debo, Sebas. Si alguien nos ve podrían decir que estáis comprando los aprobados a los que Sergio no llega.
» Sin duda era importante lo que habían de decirle los Matute. La habitación era un lugar discreto, reservado, cómodo… y amplio para albergar la única mesa que allí había.
—¡Bah!, si es por eso, suspéndale, que seguro que lo merece… Y además, queremos invitarle a un restaurante que ha descubierto María hace poco, fuera de la ciudad… Hacen un churrasco como los que sabemos que a usted le gustan…
Manolo observaba desde la barra sin ocultar su atención, que para eso estaba en su casa. Don Faustino se dio cuenta de que no podía seguir haciéndose el remolón, y que debía tomar una decisión: era o sí o no, y punto.
—Sebas… Me complacerá comer el domingo con vosotros dos, a condición de que sea yo quien os invite. No quiero sentirme obligado con el ágape porque desde ya os advierto que no os vais a librar de la catilinaria que os tenía preparada el lunes.
—¡Hecho! —exclamó Sebas satisfecho de haber mediado exitosamente. Y con las mismas dio media vuelta y se despidió.
—Mucho regalito y mucha gaita, pero gastas menos que Tarzán en corbatas… —le despidió Manolo.
—Otro día, Manolo, que hoy voy con prisa —casi chilló Sebas desde la puerta.
Manolo se rascaba la cabeza mientras caminaba con paso dubitativo hacia la mesa que ocupaba don Faustino.
—Faustino, ya me contarás el lunes qué quieren de ti esos dos, porque está claro que el convite no es para hablar del Sergio…
—¡Qué desconfiado eres, Manolo! A todo le ves doble vuelta —replicó don Faustino pasando la página de la revista que hojeaba.
—¡Toma, leche! Y la tiene, ¡o no!
* * * * * * * * * * *
Habían recogido a don Faustino a mediodía en el portal de su casa tras haberse citado por la mañana. Sebas conducía prudentemente su BMW que pensaba vender a buen precio pues no tenía muchos kilómetros. La Mercedes había llamado a su puerta y el futuro dueño de un concesionario de categoría no podía conducir otra marca.
El trayecto hasta el elegante mesón al que le llevaron duró cosa de una hora, tiempo en el que fueron hablando de Sergio. Don Faustino, que viajaba detrás, no quería abroncar a los padres del chaval en situación tan incómoda. Antes prefería hacerlo mirándoles a los ojos que viendo el cogote de ambos. Pero ellos volvían al tema una y otra vez.
Don Faustino, mientras respondía con medias tintas, empezó a pensar en la prevención que le había hecho Manolo. ¿De qué coño querrían hablar si no les importaba sacar durante el viaje el tema que había motivado la reunión? Don Faustino, que era veterano en refriegas dialécticas, se arrellanó en el asiento trasero para disfrutar del viaje y les siguió la corriente.
Llegaron al lugar donde iban a yantar y a don Faustino el sitio no le fue desconocido, pero tuvo el tacto de no decir nada. Los señores de Matute habían reservado una mesa para tres, y don Faustino observó con sorpresa que eran conducidos a un pequeño comedor apartado de la gran estancia donde otras veces había degustado el sabroso churrasco especialidad de la casa. Sin duda era importante lo que habían de decirle los Matute. La habitación era un lugar discreto, reservado, acogedor… y amplio para albergar la única mesa que allí había.
Comieron y bebieron sin que se volviera a hablar de Sergio ni del instituto. Se habló de Mospintoles, de la ciudad, del crecimiento que había experimentado, de la responsabilidad que había adquirido María “aceptando” ser cabeza de lista por su partido para los próximos comicios municipales a celebrar a finales del mes de mayo del año entrante. Llegados a este punto María dejó hablar a don Faustino, que se dio cuenta del interés de la actual teniente de alcalde en tirarle de la lengua: «…Así que es de esto de lo que quieren hablar… María quiere conocer mis puntos de vista sin duda para incorporar ideas a su programa político… Pues me va a oír…», pensó don Faustino en ese momento.
(Continuará…)
- Escrito por Mirliton, publicado a las 12:17 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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