Cuentos de nochevieja (López)
(Lee la entrega anterior) |
—Muy bonita historia, Mirlitón. Casi, casi, un cuento de navidad. Pero la fiesta de esta noche no tiene nada que ver con fiestas entrañables. Está, eso sí, entre dos fiestas religiosas, ambas con el reclamo comercial de los regalos, tanto con el Santa Claus como con los Reyes Magos, pero no es más que una fiesta puesta ahí arbitrariamente, como decías al principio.
—Anda, deja de disertar, que ahora eres tú el que se pierde elucubrando. ¿A dónde vamos ahora?
—Podemos ver a Susana, que vive aquí cerca. Mira a ver si está en los ultramarinos de sus padres.
—Pues por aquí no está. Y en su casa… Déjame ver… ¡Tampoco! ¿Dónde se habrá metido esta muchacha, con el frío que hace?
—Deja, no te pares. Ya la encontraremos por ahí. Sígueme.
» Supongo que necesitará dinero para la campaña. Estos partidos políticos de mierda nunca tienen un duro, y eso que los manejan como si fueran empresas.
—¿A quién vamos a ver ahora, Cogollo?
—A López, si te parece bien.
—Vayamos… Pero apura que hace frío.
—Déjame ver… Sí, allí está, con Basáñez. En la tercera planta de las oficinas del holding.
—¿Pero es que estos dos no descansan nunca? ¿Estarán trabajando? ¿Por qué no se han ido ya?
—¿A dónde, Mirlitón? ¿Olvidas que son dos solitarios? Tendrán la noche ocupada con alguna amiguita a la que harán feliz por unas horas, pero sin permitirse la más leve insinuación de ataduras sentimentales. Viven para sus negocios. Supongo que cuando uno se habitúa acaba viendo normal llevar una vida vacía de afectos.
—Veamos de qué hablan…
—¿Ha quedado para salir esta noche, Basáñez?
—Digamos que tengo pensado salir a dar una vuelta. Pero si no veo lo que me gusta me volveré pronto a casa.
—¿Pero no tiene plan?
—¿Plan? En noches como esta los planes casi nunca se cumplen. A veces, por querer cumplir con el plan previsto, uno arruina la noche. Y no lo descubre hasta que le cuentan dos o tres días después que tal o cual personaje con quien tomó una copa de cava triunfó en la alborada del primer día del año.
—Cuándo dice personaje quiere decir en realidad “personaja”, ¿no es cierto?
—Tengo pensado limitarme a examinar lo que tenga delante y en función de las variables que pueda procesar, tomaré una u otra decisión. Pero sin planes preconcebidos, López.
—Pues no es mal plan —ironizó este—. ¿Y si no encuentra algo que le guste?
—Pues a la cama y mañana a ver el concurso de saltos de Garmisch-Partenkirchen. No hay por qué fijarse metas para una noche donde abundan los buitres. Quedan todas las noches del próximo año.
—O sea, que no tiene plan.
—¿Y usted, qué?
—He quedado con Teresa. O mejor dicho, Teresa me ha obligado a ir con ella a un cotillón. ¿Pero sabe lo mejor?
—Dígame…
—He sabido que también acudirá la candidata oficial por el partido que gobierna en Mospintoles. Por lo que aventuro que será una velada entretenida.
—No me diga que piensa trabajar durante la nochevieja.
—Trabajar… y trabajármela.
—¿Cómo? ¿No está casada?
—Número uno: a mí eso no me importa; y dos: quería decir trabajármela para nuestros intereses. Supongo que necesitará dinero para la campaña. Estos partidos políticos de mierda nunca tienen un duro, y eso que los manejan como si fueran empresas. Pero como ningún político pone un duro de su bolsillo están siempre ávidos de financiación.
—Supongo que partidos de implantación nacional como este que desgobierna Mospintoles sólo se preocupan de la financiación cuando llegan las “erecciones” nacionales.
—¿Erecciones?
—Lo he leído esta semana en un blog. En un artículo viejo de “El Espectador”…
—Pues si es así, para la pequeña célula de Mospintoles quizá haya algún pellizquito, sin nada ver con la lotería. Porque esta dama me da que sí nos va a gobernar, no como el inútil apoltronado del Segis.
—Un sinvergüenza. ¡Cómo le sacó usted la compra del estadio prácticamente regalado!
—Dirá usted cómo le sacamos. Que yo recuerde estaba usted allí conmigo y tomó parte activa tanto en el diseño de la escaramuza como en ella.
—Sabe bien que prefiero mantenerme apartado de los focos. Usted es mucho más carismático que yo. Cada uno debe especializarse en el terreno que mejor abonado tiene.
—Pero fue usted quien le hizo creer a Segis que le íbamos a financiar la campaña.
—Pues no le mentí… Acaba usted de decir que le va a proponer alguna ayuda económica a la primera dama de Mospintoles.
—¿Y cree usted que de haber sido él el candidato hubiéramos contribuido a su campaña?
—En otras circunstancias le diría que ni por asomo, pero viendo la facilidad con la que se nos avino, ¿por qué no? Estaba deseoso de trincar.
—¿Pero cómo se le ocurrió proponerle aquello? Si ni siquiera lo habíamos hablado. Me sorprendió usted.
—En realidad salió sobre la marcha. Después de que el alcalde se asomó a la ventana con nuestro jugador, creí ver que necesitaba un empujoncito, y le solté aquella indirecta que él cogió hábilmente. Porque será un mangoneador, pero de torpe no tiene nada.
—Eso hay que reconocérselo. Aunque no creo que sea innato, sino adquirido. Después de veintitantos años en el ayuntamiento, es lo menos que se le podía exigir…
—¿Nos vamos, López? ¿O aún queda alguna cosa más?
—Tengo que hacerle un regalo a Teresa y no sé qué comprarle.
—Hágaselo el día de Reyes. ¿Por qué hacerlo esta noche?
—Por eso precisamente.
—Entiendo… Y ella, ¿qué le va a regalar?
—No sé…
—Sé bien que no le gustan las sorpresas. Y un regalo siempre es una sorpresa.
—Cierto. Algo le he insinuado, y la chica tampoco es nada torpe. Pero últimamente se me está haciendo algo cansina.
—¿Qué quiere decir?
—Lleva unas semanas queriendo averiguar mi nombre de pila.
—Ahora que lo menciona… Tampoco yo sé qué es M. López. No puede ser tan terrible esa eme.
—Eso lo dice usted, que tiene un nombre normalito.
—Que se lo cree usted que tengo un nombre corriente.
—No puede ser peor que el mío, Basáñez. Aunque ahora que caigo… ni siquiera recuerdo su inicial.
—Le puedo apostar lo que quiera a que mi nombre es peor que el suyo, por malo que sea el de usted.
—¿Va una copa?
—Vaya.
—Me llamo Melitón, Melitón López.
—¿Así sin más? ¿No tiene otro nombre? ¿Melitón sin más?
—Ya le he dicho que era rarito. ¿Cómo quiere que le diga a una chica joven y bella que me llamo Melitón? ¿Por quién cree que me tomará?
—Es poco oído…
—¿Es poco oído? ¿Cuál es el suyo?
—¿De verdad quiere oírlo?
—Hay una copa en juego.
—Eudoxio. Me llamo Eudoxio Basáñez.
—¿Quéeee?
—Me debe esa copa, López.
—¿Y de qué va a ser?
—Me apetece un vino de Toro, un buen crianza.
—Sé donde nos pueden abrir un Termanthia de 2007 sin salir de Mospintoles. Y picaremos algo… Vamos.
—Antes deje que me desconecte de Internet. Llevo un rato luchando con esta página que parece que no quiere cerrarse y se reabre constantemente.
—¿No tiene actualizado el antivirus de la empresa?
—Sí, pero me temo que esta web es de la Intranet empresarial. Parece algo así como una felicitación, y me temo que tengo que responder antes de cerrar la ventana. Estos chicos del departamento informático siempre con sus gracietas…
—¿Y qué respuesta le pide la página?
—Me pide que formule mis deseos para este año 2011.
—Sea prudente, que lo mismo queda registrado para luego cachondearse pasados tres o cuatro meses. Ya hablaré con el jefe del departamento. Una broma puede tolerarse, pero no podemos permitir que pase a mayores.
—No creo que nadie pique… Mi deseo va a ser que se colapse el sistema de ordenadores a las 23:50 de hoy y que tengan trabajo para treinta horas.
—¡Buena jugada!
—Y con la fuerza moral que me da haberle ganado la apuesta, ¿cuáles son sus deseos para este 2011, López?
—De lo más sencillitos… Subir a primera con el Rayo, y que la crisis nos siga respetando. Pediría ser multimillonario, pero como creo que estoy en la línea adecuada, mejor pongo todo mi empeño que andarlo deseando. ¿Y usted?
—El ascenso no lo veo fácil. Hablábamos el día del clásico de lo corta de nuestra plantilla. Ahora ya tenemos a Piquito lesionado para tres o cuatro meses.
—¡Hombre, Basáñez! No sea usted malaje…
—De eso nada… Soy realista. Y en ese apartado me pido que mantengamos la categoría sin problemas pero con partidos sonados. No estaría mal empezar a caldear los dos derbis madrileños que tenemos para ir haciendo caja. Y luego me pido que todo nos salga según lo planeado con la compra del estadio. La primera fase nos ha salido a pedir de boca. Tenemos la nueva grada y a ver si para marzo nos podemos mudar allí y vender este edificio completo, porque no creo que fuera buena idea alquilarlo por oficinas. Supondría más trabajo que nos obligaría a contratar una nómina más.
—Veo que los contables saben pedir al detalle.
—Pues como abogado me pido no tropezar con ningún escollo para hacernos con el estadio. La dama estaba allí presente cuando usted le expuso al alcalde nuestro proyecto. Espero que cuando sea alcaldesa no se eche atrás.
—De eso he de encargarme yo esta noche. No estaría de más que me asegurara con ella algún vínculo aparte del que nos pueda dar el dinero.
—Le repito que está casada.
—¿Y va a andarse usted ahora con remilgos?
—No; ustedes dos son adultos. Pero su marido goza de las simpatías de la ciudad por ser un empresario honesto. No creo que un desliz la beneficie a ella en su carrera a la alcaldía, ni a usted en su carrera a… ¿a dónde quiere usted llegar, López?
—A multimillonario, Basáñez; ya se lo he dicho.
—¿Y tentar el mundo de la política? ¿Lo tentaría?
—Eso déjelo para los idiotas. Nosotros somos los que manejaremos a los políticos. Y si la dama, como usted la llama, triunfa en Mospintoles, tal vez podamos hacer algo para catapultarla a una dirección general, donde quizá nos sea de mayor utilidad.
—Vayamos a por ese Toro de 2007.
—Detrás de usted, por favor.
(Continuará…)
- Escrito por Mirliton, publicado a las 20:11 h.
- Protagonistas: ·López
- Escenarios: oficinas de Industrias López
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