La primera final (2)
(Lee la entrega anterior) |
En la concentración del Rayo las cosas se habían distendido un tanto con la llegada del domingo. Por la tarde jugarían el partido de sus vidas. Otro partido de sus vidas. Y luego, en caso de victoria, aún vendrían tres más.
El equipo se había ejercitado levemente por la mañana para desentumecerse. Ahora paseaban por los jardines del hotel. Había vuelto la calma, o al menos eso parecía, y comenzaban de nuevo, tímidamente, las bromas entre ellos.
» —Este López siempre se guarda un as en la manga, ¡hay que joderse! –expresó su queja uno de los ultras más activos.
A la concentración del Rayo habían acudido, además del cuerpo técnico, el médico del equipo y el fisioterapeuta. El médico había hecho el pertinente estudio bromatológico de los menús, el fisio había trabajado horas extras por las noches a fin de recuperar algún lesionado, pero sobre todo relajando tensiones acumuladas en las cervicales y en la parte alta de la espalda: el SPA del que disponía el complejo hotelero en el que se hospedaban no había sido suficiente para descargar estrés, aunque fue muy celebrado por todo el conjunto. El utilero del equipo se había encargado de la logística, pero hubo de hacer un par de viajes a Mospintoles durante la concentración a fin de tenerlo todo a punto aquí y allí.
De Mospintoles llegaban noticias… La gente se había vuelto loca y sólo se hablaba del Rayo y del partidazo de la tarde. Se cruzaban apuestas sobre el resultado, las cuales daban como favorito al Rayo. Al final había sido buena idea alejarse de Mospintoles.
Llegó la hora de la comida. Ante cada plato, como cada día, había en el vaso una pastilla de vitamina C efervescente. Aquello prevenía a aquellos apolíneos héroes de atrapar un inoportuno resfriado merced a una bajada de las defensas propiciada por el estrés, la tensión, el nerviosismo… El doctor se ocupaba hasta de los más leves detalles, siguiendo instrucciones directas de López.
Mientras el equipo tomaba asiento en el comedor reservado en exclusiva para los componentes del Rayo, en la cocina tenía lugar una curiosa escena.
En tanto los cocineros se desenvolvían en sus quehaceres el jefe de cocina entró acompañado de alguien a quien indicó dónde se encontraba el agua destinada a la comida del Rayo. En una esquina estaban los cinco paquetes de seis botellas de litro y medio cada uno reservados para la vitualla de ese día. Este agua era de una marca que había sido traída expresamente desde Mospintoles, a fin de evitar alguna intolerancia inesperada.
Dicho personaje, sin que nadie le prestara especial atención, colocó las botellas sobre una encimera de acero inoxidable y acto seguido fue pinchando con la aguja de una jeringa uno a uno cada tapón de cada botella. Parsimoniosamente, en cada una vertía la mitad del líquido transparente que había extraído previamente de una ampolla. Concluida la operación, sin ni siquiera haber rasgado el plástico de cada paquete, dejó las botellas sobre la encimera y recogió su pequeño maletín. Cuando marchó pudo oírse un comentario entre los pinches de cocina:
—Para que luego digan que no hay dopaje en el fútbol…
—Nosotros a lo nuestro, que es la cocina. No nos pagan por cotillear
–sentenció el jefe de cocina.
Concluida la tempranera comida –no eran las 13:00 h. cuando se levantaron de la mesa– los jugadores fueron a sus habitaciones para descansar antes de partir rumbo a Mospintoles, rumbo al punto del conflicto. La gerencia del hotel había accedido, a cambio de moneda corriente, a reservar las habitaciones del Rayo hasta las 15:00 h.
Minutos después de esa hora todos sin excepción estaban haciendo cola ante el autobús de superlujo que les llevaría de vuelta a Mospintoles. En el autobús, destinado exclusivamente a los jugadores y el míster, podrían ir descansando plácidamente, y el conductor tenía orden expresa de no superar los 80-90Km/h a fin de no alterar el ritmo de nuestros gladiadores con sacudidas innecesarias.
Tras un descansado viaje, el equipo llegaba a Mospintoles casi con tres cuartos de hora de adelanto sobre el horario que López había anunciado en su nota de prensa. Aquello pilló desprevenida a la comitiva de recibimiento que les estaba aguardando. La noticia circuló como la pólvora por la ciudad, pero para cuando quisieron organizarse los jugadores ya se habían introducido en el estadio.
—Este López siempre se guarda un as en la manga, ¡hay que joderse!
–expresó su queja uno de los ultras más activos.
—Quizá sea mejor así… Si realmente están concentraos, mejor que nada les distraiga –remató un compañero.
A la hora del partido el estadio estaba lleno a rebosar. La música, el colorido, el estruendo de cohetes y petardos… El inusual despliegue policial –el partido había sido calificado de alto riesgo a última hora a la vista de los festejos organizados por el Rayo–, el bullicio de la muchedumbre, el sol radiante que alumbraba Mospintoles aquel día… Todo parecía conjurado para ganar la primera de aquella serie de finales que darían con el Rayo en la primera división española.
(Continuará…)
- Escrito por Mirliton, publicado a las 11:10 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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