—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Los colores son los colores (y 3)

(Lee la entrega anterior)

Ambos directivos, Susana y Matute se dirigieron, pues, a la puerta por la que habían abandonado el estadio los dos dirigentes hacía sólo unos minutos. La primera parte del partido estaría ahora en su ecuador y aún llegarían a tiempo de ver buenos minutos de juego. Matute al llegar a la puerta se paró en seco:
—Pues yo tengo entrada de tribuna, y he de llamar a mis chicos para que me bajen la entrada.

» Al pasar junto al presidente, éste se dirigió a Susana:
—Lamento profundamente lo que le ha ocurrido, señorita.

López se entendió con la mirada con Peláez, y fue éste quien pidió:
—Acompáñenos al palco, señor Matute. Ha sido usted un héroe y me gustaría presentarle a nuestro presidente.
—No exagere, caballero. Yo sólo vi a unos canallas agrediendo a una mujer e hice lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho.

Cruzaron por puertas interiores vedadas al público y en unos instantes  estuvieron en la entrada al palco.
—López, yo aún he de hacer mi trabajo. Y con esta sangre en la ropa no creo que deba entrar ahí —expuso Susana.
—Acompáñenos, por favor, señorita. Tiene usted una aventura que contarnos. Ya bajará usted al césped en la segunda parte —suplicó Peláez.
—Pero tengo que sacar unas fotos, aunque con la cámara de reserva no sé qué calidad voy a poder obtener —repuso Susana mirando a López.
—No se apure, señorita —replicó nuevamente Peláez—. Yo le conseguiré unas buenas fotos de su equipo.

Desde allí mismo telefoneó a alguien que enseguida descolgó:

~José Carlos, soy Peláez. Atiéndeme bien. Necesito que saques también fotos a los jugadores del Rayo, como si fueran nuestros… Continúa con tu trabajo, pero como si trabajaras también para ellos… Es para la publicación institucional del Rayo… Tu compañera de Mospintoles ha sufrido un ataque de unos ultras nuestros antes de entrar al estadio y le han roto la cámara, además de abrirle una brecha… Vale, muchas gracias… Sí, ella está bien. Se ve que es una mujer dura… No, no digo que tengáis una profesión dura, digo que ella está hecha de una pasta especial. Tú no, majete —se burló cordialmente Peláez de su interlocutor al tiempo que cerraba la comunicación. Y dirigiéndose a Susana—: Señorita, asunto arreglado. Espero que nuestro chico sea buen profesional y su trabajo le agrade. Ya se lo presentaré cuando todo acabe. Entremos por favor, que nos vamos a perder el partido y a juzgar por el vocerío debe de estar en su momento más álgido.

Juntos accedieron al palco. Peláez se adelantó y explicó en voz alta lo sucedido. Susana y Matute fueron el foco de atención y durante unos minutos la narración de la mulata fue más importante que lo que sucedía unos metros más abajo, en el tapiz verde.

El palco, lleno casi exclusivamente por hombres, celebró la decisión y el arrojo de Matute y todos sin excepción le felicitaron personalmente estrechándole la mano. Una dama que se encontraba en primera línea, junto al presidente anfitrión, se dejó ver y pidió a Susana que se sentara junto a ella.

Al pasar junto al presidente, éste se dirigió a Susana:
—Lamento profundamente lo que le ha ocurrido, señorita. Estoy avergonzado de que vecinos de esta ciudad que se hacen pasar por hinchas de mi equipo se hayan comportado con usted de manera tan deplorable y vituperable. Espero que se haga justicia pues no hay derecho a que haya sido usted atacada tan sólo por ser mujer y seguidora del Rayo.
—Lo siento, señor —sonrió Susana—, no le han informado bien. Me han pegado sólo por ser negra.