—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles
Éstas son las entregas publicadas en
febrero de 2012

(Lee la entrega anterior)

El Hospital de Mospintoles estaba aquel día a rebosar. En realidad, como todos los días, como siempre. Muchos enfermos tienen el mal hábito de ir al hospital en busca de remedio urgente a sus males cuando es a otro tipo de centro médico adonde deberían acudir. A ello se une nuestra mala costumbre social de ir al hospital a ver a los enfermos, como si a estos les agradase mucho tanta visita (y ruido) así como tener que decir siempre lo mismo a los pelmazos que acuden a interesarse por cómo están. ¡Cómo van a estar los pobres: bien jodidos! Por otro lado, desde los hospitales se hace bien poco por erradicar estas continuas y atosigantes visitas a los enfermos que acaban convirtiendo los pasillos y habitaciones en lugares más atestados de público que el metro en hora punta. Dado que en cada habitación hay dos pacientes, y a veces tres, el número de forasteros se convierte en aglomeración insana para los que están en el hospital pasando un bache de salud, pero cualquiera erradica usos sociales tan arraigados en la ciudadanía.

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