—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Blanco y oro, negro y plata (y 5)

(Lee la entrega anterior)

~Susana, soy López. Te he llamado dos veces. Ya pensaba que no querías hablar conmigo.

~¿Cómo dice eso, jefe? Ya sabe que no puedo vivir sin usted –el sarcasmo de la periodista era más que evidente, lo que disgustó a López.

~No sé por qué te comportas así conmigo. Sólo te llamo para darte una información. Y me respondes con mordacidad.

~¿Una noticia? ¿No será la venta del Rayo a un grupo inversor árabe?

El silencio que siguió fue inusualmente largo… Tan largo que Susana creyó que López ya no estaba al otro lado del hilo telefónico. Finalmente el empresario dio señales de vida.

» Los esquemas de López, que aún estaba herido en su orgullo masculino, saltaron hechos pedazos.

~No sé quién te ha dado esa falsa información, Susana. No hemos tenido ninguna oferta por el Rayo, y tampoco tenemos pensado venderlo. De todas formas… Si así fuera ya te hubiera informado personalmente.

~Sí, ya… Como en tantas otras ocasiones. Soy la última en enterarse de las noticias que decides guardarte, López. Me usas como se usa un bloc de notas.

~Tal vez te haya utilizado en el pasado en un par de ocasiones. Pero si fuéramos a vender el Rayo te habría informado aunque sólo fuera para dar la impresión contraria…

Susana necesitó unos segundos para procesar si esta antítesis podía enmascarar una falacia. Y es que con López ya no se sabía qué era verdad y qué podía ser falso.

~¿Entonces cuál es la noticia que me quieres dar?

~No recuerdo haberte dicho que te iba a dar una noticia. Quizá sea que no prestas atención a mis palabras y luego las interpretas a tu gusto. Después dirás convencida que te oculto información.

~Me acabas de decir que me llamabas para darme una noticia…

~No, Susana, te he dicho que te llamaba para darte una información.

~En el mundo de la prensa son palabras sinónimas.

~Pero yo te llamo para darte una información personal…

Susana comprendió su metedura de pata, y se dispuso a rebajar su tono con López.

~Lo siento. Dime entonces…

~Sé que Al-Daraqu ya ha concertado la cita contigo. Sólo quiero que sepas que Ayman al-Daraqu, que no es tan joven como pudiera parecer; tiene tres esposas. Su religión y su Estado le permiten casarse cuantas veces quiera siempre que pueda mantener su harén.

~Ya… ¿y…?

~Y nada, Susana. Sólo quería que lo supieras. No te fueras a llevar un desengaño.

Era evidente que López seguía amoscado, y Susana decidió jugar ahora un poco con él.

~Bueno, López, gracias por la información, pero ¿no crees que ya soy mayorcita? Y tú también. Si quieres pedirme algo mejor harías no andándote con rodeos.

Los esquemas de López, que aún estaba herido en su orgullo masculino, saltaron hechos pedazos. Se enfrentaba a realizar prácticamente una declaración ante Susana o permitir que la muchacha cayera corriendo en los brazos de Al-Daraqu. López se basaba en esto último en la facilidad con que se le había dado Susana. La juzgaba un poco casquivana… y no se equivocaba. Pero sentía algo por la muchacha… y le producía escalofríos imaginársela en brazos del moro.

~Susana, como tú misma has dicho, ya eres mayorcita. Ni puedo ni debo decirte más. Tú sabrás qué quieres hacer. Lo que Mr. Ayman llama su haima familiar es la última planta del Hotel Embajatriz, en Madrid, que la tienen alquilada todo el año. Por cierto, Al-Daraqu ha venido hoy a Mospintoles para firmar un acuerdo con nuestra constructora y el Ayuntamiento para levantar una urbanización destinada a clientes de muy alto nivel adquisitivo.

Y colgó sin esperar respuesta por parte de Susana. A las seis y media Mari Pili llamó a la puerta del piso donde Susana vivía con sus padres. Venía ataviada con un vestido de noche que la sentaba divinamente.