—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Como tumbas (3)

(Lee la entrega anterior)

—Fuera como fuera que lo perdiera, él ya estaba en ascuas, porque quedaba claro que hablaban de él y de su mujer. Coincidían demasiados datos como para seguir sordo –cortó el hombre.
—Oye, lo del temperamento fogoso de su mujer… Bien lo oculta, porque yo no he notado nada.
—Me da que a partir de ahora va a haber mucho buitre rondando por la pedicura…

» —Todo debe ser para no estar en casa con ella, porque el hombre debe sentirse mal junto a su mujer sabiendo que no puede consolarla.

—Que se me hace tarde. ¿Sigo contando o vais a montaros la película por vuestra cuenta? –apremió nuestro improvisado cronista.
—Sigue, sigue –respondieron a coro los allí reunidos.
—Aquellas dos señoras, sesentonas de largo, y muy bien vestidas (ya sabéis, lo que ahora llaman la jet set paleta de Mospintoles) siguieron en sus confidencias:

—Parece ser que ella un día le comentó a una amiga su situación. Le explicó que quería a su marido, pero que no se aguantaba más. Que estaba pensando en coger la maleta y marcharse de casa. Y la amiga le dio tal consejo que ahora dice que a lo mejor no supo entenderlo.
—¿Y qué consejo le dio?
—Por lo visto le dijo que si quería a su marido, y no quería separarse de él, debía encontrar alguna distracción.
—Mujer, ¿cómo va a separarse de su marido? ¿No tienen tres hijos?
—Pero ya son mayorcitos… Por lo visto lo que quiso decirle es que si quería a su marido, lo mejor que hacía era buscarse un refresco con el que distraerse. El apenas la hace caso, todo el día trabajando, y cuando llega a casa se queda dormido viendo la tele. Luego por las mañanas se ha buscado un chollito y arregla televisiones de las de antes, de esas que no son planas. Compra cacharros viejos con los que arregla otros que todavía pueden tener uso, y los revende.
—Vamos, que el hombre es apañadito.
—Sí, para todo menos para eso. Todo debe ser para no estar en casa con ella, porque el hombre debe sentirse mal junto a su mujer sabiendo que no puede consolarla. Aunque me ha dicho que en casa sigue igual de cariñoso.
—¿Y los fines de semana?
—¡Uy!, los que no trabaja se va con el Rayo de Mospintoles a donde toque. Siempre con la peña del Rayo a todas partes. Y si el partido es aquí, desde por la mañana está organizando la fanfarria.
—El caso es evitar estar en casa. ¡Ay!, que bien sé de qué hablas…
—El caso es que ella se buscó una distracción. “No abuses”, le había dicho con sorna la amiga, “porque lo mismo acabas separándote de tu marido por un exceso de afición”.
—No parece mal consejo: aprovechar el cariño del marido y el ardor del amante.
—Ella comenzó a darle vueltas al tipo de distracción que debía buscarse y finalmente encontró un candidato con quien entretenerse.

[Continuará…]