Los insumisos (4)
(Lee la entrega anterior) |
Don Faustino chascó la lengua como sólo hace Alfredo Landa en sus mejores interpretaciones.
—Me sinceraré con usted. El encargo me suponía un fastidio. Tanto por venir impuesto como porque habría que prescindir de alguien. Los presupuestos no dan para más… Tal vez el contratista, ante la… “presión” de una simple llamada, hubiera prescindido de un padre de familia. Por eso me he mostrado, quizá, descortés con usted desde el principio. Pero ha reaccionado usted como un caballero… Como un hombre de los que ya no se encuentran.
—Mi dignidad, a pesar de estar indignado, no está en venta, don Faustino. O no al menos por un puesto de trabajo.
» Se recordaba a sí mismo hacía treinta y cinco años, en el comienzo de una nueva e ilusionante era –llamada posteriormente “la Transición”– que había devenido en el desmadre y despiporre actual.
El profe, apesadumbrado como estaba, levantó la vista de la mesa para volver a mirar a los ojos de Jorge Sanz. Y no se atrevió a preguntar qué quiso decir con ese “no al menos”. Mejor no pensar… Mejor no echar cábalas.
—¿Y cómo va el movimiento indignado por Mospintoles?
—Pues ya lo ve usted. Con intentos de secuestro por parte del poder establecido. De secuestro de las voluntades de sus dirigentes o de secuestro de la imagen del movimiento.
—No puedo conceder que todos los cabecillas del movimiento tengan la dignidad que usted acaba de demostrar. No al menos en época de crisis. Las ideas siempre han estado en venta al mejor postor… o al más oportuno.
—Lo cierto es que hay infiltrados y filtraciones. Es complicado cohesionar un grupo en torno a una serie de ideas que aún no se han concretado en nada. La calamidad del sistema es de tal magnitud que no existe un lugar apropiado por el que empezar, y la tarea es ciclópea, si se me permite el juego de palabras. Con un sólo ojo no se puede acometer esta tarea. Y además, ¿basándose en qué?
—Lo que tenemos es una corrupción muy extendida, en todos los niveles, en todos los estratos –don Faustino había vuelto a fijar la vista sobre el escritorio, cabizbundo y meditabajo, como gustaba de trastocar Manolo–. Hay muchas formas de robar al contribuyente. Éste es el país donde se engendró y acuñó el término picaresca. El dinero público no tiene un propietario que lo defienda, y son quienes deben guardarlo precisamente quienes lo esquilman.
—No creo que la forma adecuada sea la de inmiscuirse en el sistema, como usted pretende.
—¡Ah no? –el concejal levantó la mirada sorprendido, mitad agresivo mitad a la defensiva–. Si todos los políticos honrados, que los hay, asumieran las riendas echando a los corruptibles…
—No creo que María sea una persona corrupta…
—Pero la corromperá el sistema… O acepta corromperse o tendrá que abandonar el poder que ahora detenta. Y tiene una carrera política prometedora delante de sí.
—¿Una carrera política, don Faustino? Usted quiere decir una carrera para hacer dinero a través de influencias, para engordar la cartera de contactos, para manipular voluntades, para beneficiarse de informaciones privilegiadas, para aprovechar inversiones de escaso riesgo al amparo del partido, cogiendo esto y dejando que otros compañeros cojan el resto, repartiendo, en definitiva, con los gordos salmones que flanquean a uno en la carrera hacia el retiro dorado. Eso no es una carrera política, don Faustino. La política es otra cosa y en España no existe.
El profesor guardó silencio de nuevo. Pensaba… El indignado estaba poniendo etiquetas veraces a las cosas. Sí… María acabaría corrupta o sería centrifugada por el sistema, y él no podría evitarlo por mucho “don Faustino” que fuese. De pronto se sintió cansado.
—Así que dice usted que existen tensiones dentro del movimiento de indignación y que los poderes quieren manejarles.
—Por supuesto… Si no lo hicieran no serían poderes. Al principio fue el rechazo, la descalificación e incluso la represión, llegando a la agresión. Como el movimiento se asentó… Bueno, ya conoce el dicho: “si no puedes con ellos, únete”. Y es la táctica que están llevando adelante.
—¿Y cree que conseguirán su objetivo?
—Tal vez sí, tal vez no… Pero quiero pensar que la maquinaria está en marcha y después de que fagociten este movimiento vendrá otro que aprenderá de los errores de éste, que también será engullido de una forma u otra. Darán con la fórmula para hacerlo, se lo aseguro. Pero quiero seguir pensando que en una de éstas la evolución presentará el espécimen más apropiado para combatir contra el sistema y quienes viven gracias a él.
Don Faustino cabeceaba asintiendo: la novela “1984” vino a su mente tras el aserto “combatir contra el sistema”. Se recordaba a sí mismo hacía treinta y cinco años, en el comienzo de una nueva e ilusionante era –llamada posteriormente “la Transición”– que había devenido en el desmadre y despiporre actual. ¿En qué momento se torció la línea directa que debía haber llevado a un pueblo y a sus instituciones hacia un futuro más prometedor que el actual? Ahora recordó la trilogía de la Fundación, de Asimov, y por un momento creyó encontrar similitudes con la situación actual en aquel recorrido de mil años; no en vano aquella épica futurista se había basado en la decadencia y caída del Imperio romano, y España era históricamente experta en caídas. Pero aquí no habría un “Mulo”… ¿o quizá lo tuviera delante? Quizá hicieran falta varios “Mulos”.
—¿Y qué proyectos tienen en mente, si puedo preguntarlo?
—Lo más apremiante es la organización interna. Pero estamos dando con los mismos problemas que tienen los de la otra parte, los del sistema.
—El quítate tú para ponerme yo… Va en el genoma español. ¿Y no han pensado que luchar contra los políticos no dará resultado?
—¿Por qué lo dice?
—Porque no son más que espantapájaros a las órdenes de un poder superior, el poder económico, el financiero, el empresarial, la banca, las bolsas, los magnates que conforman una oligarquía sólida que dirige las voluntades de los gobernantes-títeres que nosotros mismos hemos puesto ahí. A esa elite de oligarcas les trae sin cuidado que los indignados cambien a los políticos porque nosotros mismos acabaremos poniendo otros que ellos acabarán por corromper. Usted me lo acaba de decir: el problema con el que se encuentran es la ambición de los individuos.
—¿Y cómo luchar contra esa elite que no se muestra?
—¿Si yo lo supiera, piensa que intentaría cambiar el mundo desde este palomar?
—Quizá sí lo sepa pero no le sea posible llevarlo a cabo…
[Continuará…]
- Escrito por Mirliton, publicado a las 11:17 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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