—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Si no me lo concedes, no te los desato (1)

«San Cucufato» – 2ª parte
(Quizá quieras leer antes la primera parte…)

[En 5 entregas diarias]

Metzger pagó al taxista, y después de firmarle el autógrafo y escucharle otros dicharachos, aguardó a que el coche desapareciera calle abajo. Miró hacia el chalé intentando averiguar si en realidad era aquel. En la revista se habían cuidado de no dar pistas sobre su ubicación exacta, pero aparecía una foto de la casa. Debía estar tomada desde el viento opuesto, porque no se parecía mucho a lo poco que se veía del inmueble. El chalé estaba en un altozano, rodeado por una alta valla, de unos dos metros y medio. Y parecía más pequeño que el de la foto.

» —¿Y porrr qué has hecho así, Inma? No está bien mentirrr a tu hijo…

Metzger se encaminó por un sendero empedrado hacia la verja de acceso rodado del chalé. Parado al pie del portón no se divisaba nada de la finca donde se encontraba la casa. Metzger miró a uno y otro lado y vio que en un poste lateral había un timbre y una cámara, por lo que en cuanto llamara se perdería el efecto sorpresa. Y le molestaba pensar que Piquito se mostraría hosco con su presencia. Después de todo era un ex convicto. Dudó… pero tampoco haría la tontería de saltar la verja. Sólo los ladrones saltan las vallas y entran por las ventanas…

Tras unos instantes sopesando la situación, decidió que no le quedaba otra opción que llamar al timbre y posar ante la cámara del circuito cerrado. O eso, o esperar a que saliera alguien… Entonces se dio cuenta de que a esa hora Piquito debía estar llegando al entrenamiento vespertino. Esta nueva idea le dio ánimos para llamar. Iba a hacerlo cuando se abrió una puerta que franqueaba el acceso peatonal y apareció Inmaculada, sonriente, rubia, espectacular. Ni un segundo tardaron ambos en fundirse en un abrazo.
—¡Cuánto he esperado este momento, Uwe!
—Yo también, Inma…, yo también…
—¿Pero por qué no me has llamado para decirme que venías?
—A las seis de la mañana me dijerron que me daban la libertad condicional. Si parraba a llamarrrte perdía el primerrr vuelo de la mañana. ¿Parra qué esperrarrr? He venido, Inma…
—¿Has venido directo hasta mí?
—He parado en ciudad para verrr mi futuro… y el tuyo.
—¿Y cuál es nuestro futuro, Uwe?
—Nos quedarremos aquí de momento, en Mospintoles.

Metzger e Inma se encaminaron cogidos de la mano hacia el chalé. De pronto, a la entrada del porche, Inma se paró:
—Debo decirte algo. Algunas cosas han cambiado.
—Yo lo veo. Os va bien, ¿ja?
—No es sólo dónde vivimos. Piquito está teniendo problemas. Sale por la noche, vuelve tarde, a veces borracho… y su juego ha bajado. Ahora ni siquiera es titular… Lo cual hace que se desespere, beba más y juegue peor.
—Eso va a cambiarrr ahorra, Inma. Yo estoy aquí.
—Pero Piquito no ve bien nuestra relación, Uwe. Desde aquel día en que le reprendiste, no quiere que nos veamos.
—Perro tendrrrá que aguantarrrse, Inma. Tú ya erres mayorrr, ¿ja?
—Es que hay más cosas que no sabes. Le he dicho que habíamos roto nuestra relación (1).
—¿Y porrr qué has hecho así, Inma? No está bien mentirrr a tu hijo…
—Porque le necesitaba a mi lado, Uwe. Y tú no estabas… y yo…
—Perro ahorra estoy yo aquí… Hay que hablarrr con Piquito. Él es chico listo, ¿ja? Él entenderrá…
—No hace caso a nadie. Está viendo a malas amistades. Y desde que nos hemos venido a vivir aquí yo estoy siempre sola…
—¿Perro porrr qué vivirrr tan lejos?
—Bueno… Piquito ya se ha sacado el carné de conducir, y tiene un coche. Y yo llamo un taxi cuando quiero bajar a Mospintoles… Pero tampoco tenía ganas de ver a nadie. Sólo esperaba tu regreso.
—Pues ya estoy aquí. Hablarré con Piquito. Él puede vivirrr aquí, y tú venirrr a vivirrr conmigo, ¿ja?
—Hay algo que debo decirte, Uwe. Estoy enferma… tengo un tumor…
—¿Qué cosa serrr tumorrr?
—He comenzado un tratamiento contra un cáncer que me han diagnosticado.
—Entiendo…

[Continuará…]


NOTAS:

  1.  — Repasa el momento en el que Inma miente a su hijo.