—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Si no me lo concedes, no te los desato (4)

(Lee la entrega anterior)

El equipo y Metzger guardaron silencio. Piquito había dejado caer el balón y escuchó el pequeño sermón de López mirándole de medio lado. El chaval miró ahora a los rostros de sus compañeros, luego fijó la vista en Metzger, y finalmente le devolvió la mirada a López:
—Sólo necesito un poco de tiempo, señor López. Un poco de tiempo… –repitió ahora en voz baja, y sin más pegó un zurdazo a la pelota que partió sin dirección alguna. Luego se encaminó a solas hacia los vestuarios.

» —Mañana empezamos a trrrabajarrr con la defensa. Jugamos el domingo. Hay cinco días para corrregirrr errrorres. ¿Cómo estarrr equipo físicamente?

Metzger había observado atento la reacción del chaval, y cuando desapareció de la vista del grupo comentó:
—Haberrr buenas noticias… Piquito ya le pega fuerrrte con la izquierrrda… Serrá una estrrrella…
—Si antes no se consume a sí mismo –le dijo en voz queda el capitán.
—Yo sé, Jonás… yo sé. Y si no lo cambia Metzger, nadie podrrrá…

* * * * * * * * * * *

La cena entre Piquito, Inmaculada y Metzger transcurrió tranquila en el selecto Asador Castilla, en las afueras de Mospintoles (los lunes no había mucha clientela, así que pudieron elegir una mesa apartada). Lo que sí fue difícil fue convencer a Piquito para que les acompañara. El chaval supo guardar las formas cuando Metzger le pidió hablar en privado a la salida del vestuario, pero se puso muy torpe cuando Metzger le dijo que había estado con su madre. El nuevo míster supo aplacar al chaval con su paciencia y saber estar, y fue definitivo cuando en medio de la bronca le dijo en voz muy baja que en Alemania tal vez hubiera médicos que dispondrían de tecnología más avanzada para el tratamiento de su enfermedad. A partir de ahí el chaval se avino a razones.

Ya en la cena, Inma le explicó que le mintió porque temió quedarse sola; que él había cambiado mucho, que no estaba nada centrado, y que precisamente en estos momentos debían estar más unidos que nunca. Metzger se enteró entonces del atraco sufrido por Inmaculada, y alabó la decisión de Piquito de mudarse a otro lugar y la celeridad con la que actuó. Concluyeron que los tres tenían objetivos comunes: restablecer la salud de Inma, recuperar futbolísticamente a Piquito, y que Metzger diera enseguida con la fórmula que devolviera al Rayo su anterior nivel de juego.

Pero Piquito no quiso reconocer que tenía otro tipo de problemas, y Metzger, como buen estratega, aplazó esa discusión y le lanzó un reto: en su proyecto de equipo Piquito era el hombre clave. O se ponía las pilas o el Rayo se vería sumido en una espiral de complicada superación.
—Tus problemas están en la defensa, Metzger. Dejan huecos que hasta yo los leo desde el otro campo.
—A lo mejorrr tienes que estarrr más abajo.
—Si bajo a por él balón no llegamos con él al área. Esa es también labor de Chili, pero si bajamos nos cierran más, no salimos jugando el balón y no acabamos el partido corriendo, aunque de físico no creo que estemos tan mal.
—¿Y los medios? –quiso saber Metzger–; ¿tampoco bien?
—Los pivotes bajan a tapar esos huecos, y bastante hacen achicando balones. Nos han tomado la medida, Metzger, ya no damos miedo; nos han perdido el respeto y salen a por nosotros desde el primer pitido.
—Mañana empezamos a trrrabajarrr con la defensa. Jugamos el domingo. Hay cinco días para corrregirrr errrorres. ¿Cómo estarrr equipo físicamente?
—Ya te digo que creo que bien. Correr corremos, pero no hacemos nada.
—Tú prrrocurra meterrr goles con Chili, yo me encarrrgo del rrresto…
—Chili está sobrecargado de los abductores…

[Continuará…]