—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

La movida de la churrería (y 5)

(Lee la entrega anterior)

El reloj marcaba las once en punto de la noche cuando María Reina llegó a casa. Allí le esperaba su marido, Sebastián Matute, ceño fruncido y vaso de ginebra en mano.
—¡Por fin llega la reina de la casa!

María le dio un beso seco y diplomático. Se quitó la chaqueta de punto y la tiró al sofá. A continuación se sentó al lado de Matute y le cogió el vaso. De un solo trago se echó al coleto todo el contenido. Sebas se quedó sorprendido.
—Menos mal que sólo quedaban dos dedos… Por cierto, ya no tenemos ginebra. ¿Quieres tomar otra cosa?
—Es suficiente.
—¿Qué tal te ha ido el día?
—Bien. ¿Y a ti?
—Como siempre.
—¿Y el Sergio?
—Arriba, en su cueva. Cada vez sale menos de ella. Es su refugio atómico. Hace un rato le dejé viendo la final de la ultima Champions que ganó el Madrid. Fue contra el…
—Corta…

» Ya me había acostumbrado a lo de ser del Barça en Madrid pero ahora soy el marido de la alcaldesa y eso todavía soy incapaz de llevarlo bien.

La palabra, y sobre todo el gesto que la acompañó, sonó a orden militar. María estaba acostumbrada a mandar.
—No digo más –dijo Matute.
—Las notas del trimestre están al caer…
—Sí…
—Las va a perder por goleada.
—Por mi culpa, claro…
—No, querido. El niño ya ha crecido y sabe lo que hace.
—Lo que no hace, querrás decir.
—Eso.
—Sí, eso.

Si alguien hubiera tomado la temperatura que destilaba aquella conversación tan lacónica habría convenido en que se aproximaba a los cero grados. No llegaba a bajo cero gracias a la ginebra consumida por ambos.

María Reina tomó entonces las riendas.
—Estamos aquí diciendo vaguedades en vez de ir al grano. ¿Es que ya no hay confianza entre nosotros?
—A lo mejor lo que hay es miedo…
—Pues vamos a quitárnoslo de encima. ¿Por qué me has hecho eso?
—¿Te refieres a lo de la manifestación de esta tarde?
—¡Naturalmente! No te pido que estés completamente de acuerdo con todas las decisiones que tenga que tomar en el Ayuntamiento pero al menos no te pongas públicamente en mi contra. Sé leal.
—Yo no soy un miembro del partido, condenado a decir siempre amén.
—Eres mi marido, lo cual te obliga a no ponerme zancadillas.
—Yo no te he puesto ninguna zancadilla. Lo primero que tenías que haber hecho, no como alcaldesa sino como esposa, era haberme informado sobre lo de la churrería.
—¿Qué…? ¿También te tiras a la churrera?
—María, por favor… Si ya no me como una rosca ni contigo…
—La política te interesa un pito…
—Lo que me interesa un pimiento son vuestros dimes y diretes, vuestra obsesión enfermiza por gobernar la vida y hacienda de la gente… Llevo comprando churros en el kiosco de doña Manuela casi quince años y me parece una putada que de un plumazo, casi sin avisar, la despojéis de su medio de vida para sustituirla por una vulgar fuente con varios chorritos de agua.
—Sabía que no entenderías nada de lo que hiciésemos con la churrería esa así que no diré ni una palabra más.
—Si no me has dicho ninguna…
—Es que me da igual. Ni siquiera entro en que esa señora tan vulgar y chabacana no puede tomar al Ayuntamiento por el pito del sereno. Lo que no esperaba de ti es que fueses capaz de ir a la manifestación, ponerte en su cabecera y dar una señal clara a Mospintoles de que ni mi propio marido está de acuerdo con lo que he decidido.
—No era esa mi intención.
—¿Cómo dices? ¿Pero tú me tomas por idiota? ¿Qué pretendías demostrar con tu asistencia a la charlotada de esta tarde? ¿Que estás de acuerdo conmigo, que me respaldas?
—No lo entenderías…
—Porque soy idiota…
—Yo soy un hombre que trabaja en la calle, hablo con unos y otros. Siempre he sido así. No me escondo de la gente aunque siempre hay alguna que busca las cosquillas, que aprovecha cualquier cosa para reírse o criticar. Ya me había acostumbrado a lo de ser del Barça en Madrid pero ahora soy el marido de la alcaldesa y eso todavía soy incapaz de llevarlo bien.
—Eso es machismo puro y duro. Si fuese al revés no habría problema.
—Yo me llevo todas las patadas que no pueden darte a ti. Eso es lo que pasa. Y yo no estoy preparado para eso…
—O sea, que hoy has ido a la manifestación para demostrar a la gente que quien lleva los pantalones en casa eres tú. Y que tienes los güevos bien puestos…
—No, yo he ido porque creo que es un error lo que habéis pensado hacer con doña Manuela. Y, de paso, espero que muchos vean que yo soy yo y tú eres tú.
—O sea, cada uno por su lado…
—No me entiendes, ¿verdad?
—El que no entiende nada eres tú.
—Pues entonces tenemos un problema.
—Lo siento, Sebas, sigues sin entender nada de nada. Aquí el único que tiene un problema se llama Sebastián Matute.