—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

San Cucufato, los cojones te ato (2)

(Lee la entrega anterior)

López miro a Basáñez y no hizo falta seña alguna entre ellos para que el abogado de la firma y mano derecha de López tomara la palabra… Aunque lo hizo con cautela.
—No hemos sabido nada más desde la última vez que se informó a este Consejo de Dirección. Uwe Metzger está encarcelado por lo que parece un caso de evasión de impuestos o de fraude al fisco alemán de una de sus empresas. Según ha sabido nuestra oficina en Berlín, a la que hemos comisionado para seguir en contacto con nuestro jugador, en fechas próximas se espera la puesta en libertad de Metzger, al aplicársele algún tipo de reducción de pena por mantener un comportamiento ejemplar. Sabemos también que nuestro alemán sigue en forma pues se entrena a diario, y se ha hecho muy querido en la prisión federal en la que ha recalado por crear para los reclusos un programa de mantenimiento de la forma física y organizar una liga intramuros de fútbol sala.

» Pedregal y dos de sus adláteres tuvieron el buen criterio de abstenerse en la votación.

—Ya, ya, ya… Es la misma información que nos repitió la última vez, hace quince días, que a su vez era la misma información que nos repitió quince días antes que… –Pedregal insinuaba así una recurrencia en el tiempo–. Pero a todos nos gustaría saber qué ocurrirá cuando Metzger vuelva.
—¿Qué quiere decir, señor Pedregal? –Basáñez no estaba para adivinaciones.
—Todos sabemos que Metzger mantiene contrato con nuestra Sociedad Anónima Deportiva pero no tiene ficha. Supongo que si vuelve antes de que se abra el mercado de invierno se incorporará a la disciplina del equipo. Pero llegado ese momento, ¿podemos incluir su ficha federativa en la plantilla o tendremos que descartar a alguno de nuestros actuales jugadores? Y si se me permite voy a ir un poco más allá, pues hoy veo inusualmente espeso a nuestro estimado señor Basáñez. Hemos de pensar, puesto que el destino del actual míster está ya decidido a falta de la votación formal, si Metzger entrará en los planes del nuevo entrenador.
—Señor Pedregal –López no estaba dispuesto a que en aquella lluviosa mañana de primeros de noviembre la reunión le provocara un dolor de cabeza–, hemos de ir dando paso a paso para desentrañar este nudo en el que ahora nos vemos envueltos. El primer paso será destituir formalmente a nuestro actual entrenador, si el Consejo lo tiene a bien. El segundo será buscar un nuevo míster que se haga cargo de la plantilla, y a ser posible para mañana por la mañana. Y en tercer lugar, esperar a que Metzger regrese. Cuando esto último tenga lugar, habrá que decidir si Metzger es transferible o se incorporará a la disciplina del equipo. Y antes tendremos que ver en qué forma física y anímica nos es devuelto. Pero por favor, señores, demos antes el primero de los pasos que se han de dar. Así que, si nadie tiene nada más que añadir para retrasar el inevitable momento de la decisión que debe tomar este órgano colegiado, pasemos a la votación.

La votación se tomó por mayoría, en contra del deseo de López que esperaba una decisión unánime. Pero Pedregal y dos de sus adláteres tuvieron el buen criterio de abstenerse en la votación.

—Señores, les propongo que levantemos la sesión hasta después de comer. Quedamos todos emplazados para las 14:00 horas a fin de oír las propuestas para la contratación del nuevo entrenador del Rayo –un sordo rumor de asentimiento circuló por la herradura que formaba aquella mesa de reuniones en la que todos sin excepción se mantenían de pie, siguiendo la fórmula japonesa de reuniones ejecutivas.

Los consejeros, visiblemente cansados, o quizá afligidos por la pésima marcha del equipo, en contra de la costumbre habitual de abandonar la sala de reunión rápidamente, remolonearon cambiando impresiones entre ellos. El tema de conversación radicaba en decidir dónde y con quién quedaba cada uno para comer. Todos aquellos tiburones de las finanzas aprovecharían el tiempo de la comida para resolver otros asuntos que quizá les reportaran unos pocos miles de euros en alguno de sus otros negocios.

López, que tenía ya la cabeza pesada, no quiso aguardar a que alguno le asaltara con una proposición a la que diría que no, por lo que esta vez fue él quien se abalanzó hacia la salida para abandonar la estancia.

Al abrir de golpe la puerta de doble hoja de la sala de reuniones, que en previsión de cualquier contingencia se abría hacia fuera y daba a un amplio e iluminado vestíbulo, López casi se choca de bruces con el mismísimo Uwe Metzger.

[Continuará…]