—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Aventuras en Las Landas (y 6)

(Lee la entrega anterior)

Pepe Manu y “Erbeti” se llegaron sigilosamente a unos metros del automóvil, que tenía un techo acristalado que Piquito había dejado abierto. Pepe Manu imaginó que para evitar que los cristales se empañaran, lo que le confirmó en sus sospechas. El paparazzi quiso mirar sin ser visto y acercándose a riesgo de ser descubierto alcanzó a vislumbrar a la pareja en los preliminares de lo que iba a ser una relación sexual: los asientos echados hacia atrás y ambos vueltos el uno hacia el otro, hablando en voz bajita. Se escuchaba bastante apagada una de esas músicas electrónicas distorsionadas. “Caprichos de famosos”, pensó Pepe Manu, que tras varios años de mezquina profesión juzgaba a todos por igual.

» […] El gigante le alzó. Cuando Pepe Manu ajustó el objetivo de la cámara Piquito apretó el botón para aumentar el volumen a todo gas.

Pero desde donde se encontraba no tenía una buena visión. Debía acercarse porque siempre tendrían mejor venta unas fotos laterales que traseras. Al fin y al cabo aquello era un lugar público: de nada podrían acusarle. Preparó su cámara nocturna y entró en la propiedad del tío Botella sin reparar siquiera donde pisaba. Aquella abertura en el vallado de la finca le pareció a Pepe Manu de lo más natural. La chabola, al fondo y al abrigo de una cornisa de la falla que había detrás, no se advertía fácilmente sin reparar en ella. Desde dentro conminó a “Erbeti” a que le siguiera. Todo allí atrás estaba silencioso. Una vez a la altura de las portezuelas delanteras Pepe Manu quiso ganar algo de perspectiva a fin de tomar fotos a través del techo abierto, por lo que le pidió a su compinche que se agachara y se subió sobre sus hombros. El gigante le alzó. Cuando Pepe Manu ajustó el objetivo de la cámara Piquito apretó el botón para aumentar el volumen a todo gas. Aquella música electrónica atronó los cielos de Las Landas y sobresaltó al gigantón, que dio un paso atrás. Pepe Manu hubo de esforzarse en mantener el equilibrio sobre los hombros de “Erbeti”; para cuando ambos se estabilizaron, Pichula estaba allí, alterada al oír aquel estruendo.

El primer bocado se lo llevó Erbeti en la pantorrilla izquierda. El grandullón sintió un desgarrón y ni siquiera tuvo tiempo a gritar porque a continuación se llevó otro mordisco en la nalga; entonces se dobló hacia un lado y Pepe Manu cayó de espaldas desde aquella altura. A punto estuvo de ir a parar sobre la perra. Pichula no calculó que aquel coloso se fuera a seccionar por la mitad de aquella manera, pero viendo ahora esta otra presa en el suelo, soltó el culo de “Erbeti” y dio una nueva dentellada donde pilló, que fue en el hombro del contrahecho Pepe Manu, quien sintió un crujido interno. Los gritos, que se oyeron algo apagados por encima del estruendo musical, asustaron a Susana que no tenía claro aún de qué iba la cosa.
—¿Qué está pasando? –preguntó conmocionada.
—No tengo ni puta idea. ¡Vámonos de aquí!

Sólo cuando estuvieron lejos, Piquito apagó la estrepitosa música. Salieron de Las Landas por el camino vecinal que daba al Barrio de San Agustín. En la parcelita del tío Botella hubo considerables lesiones, porque Pichula mordió y desgarró a diestro y siniestro mientras Cabroncete ladraba como loco desde dentro de la cabaña. Aquellos dos profesionales, en medio de la oscuridad, no acertaban a salir del recinto, desorientados como estaban, hasta que la perra tuvo necesidad de tomarse un respiro y al pequeño Pepe Manu se le ocurrió saltar el vallado. “Erbeti”, cuando lo intentó, arrambló con parte de aquella cerca.

Nadie pudo inculpar al tío Botella por las lesiones sufridas –que fueron cuantiosas y severas: desgarros, mucha sangre, huesos rotos y un par de pérdidas anatómicas– porque aquellos dos hombres habían entrado en propiedad privada. Avisados estaban con el gran cartel que había junto al hueco de entrada: “Cuidado con el perro: muerde”.

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  1. Trackback - Bitacoras.com — 14 14+01:00 marzo 14+01:00 2012 #

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