—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Los que se van (1)

(Quizá deberías leer el relato anterior)

versión
completa

Lunes, 09:43 a.m.
Oficinas de Industrias L&A
Mospintoles — Sur de Madrid

La reunión había comenzado tensa, pero López supo encauzar el malestar de los miembros del Consejo. Primero los había aplacado y luego se los había ganado. Ahora reían la puntualización de López.
—Señores —prosiguió el empresario— hemos de tratar también la marcha de algunos de nuestros jugadores. Como les dije la pasada semana, es probable que en algunos casos levantemos resentimientos entre la población. No en vano todos los que salen son chavales de los barrios de Mospintoles, conocidos y queridos por esa afición a la que ahora más que nunca necesitamos atraer.

» —Señores, no es culpa nuestra que su fútbol no nos sea ya de utilidad. Ni el Rayo ni López y Asociados somos una ONG…

López hizo una pausa mientras reordenaba sus apuntes. Los consejeros hicieron lo propio, buscando el dossier al que López hacía referencia.
—He tenido tiempo de repasar el informe detallado que pedí el último lunes. En él se destacan tres focos que, creo, debemos tratar con tacto. Los demás chicos parecen, o bien satisfechos con su suerte, o bien resignados. La mayoría no pierden la categoría, pues seguirán jugando en segunda B.

López volvió a hacer una pausa que aprovechó Pedregal para corregirle:
—Esa es su opinión, señor López. Los chavales sienten que pierden una categoría si siguen en segunda B.

El presidente del Consejo enarcó las cejas como interrogando a su interlocutor, quien prosiguió:
—Se han ganado la categoría de segunda A en el campo, y entienden que han demostrado tener categoría de segunda A y no de segunda B.

López permaneció callado unos instantes, permitiéndose una reflexión.
—He de convenir que es una visión acertada, señor Pedregal —rara vez López anteponía el trato de señor al apellido de sus consejeros, y cuando lo hacía no utilizaba la ironía sino que abundaba en el respeto que le merecían—. Quizá sea con esa mentalidad como debemos abordar este asunto.

Pedregal esbozó una media sonrisa, satisfecho, acompañándola de un leve cabeceo. López continuó su disertación:
—Me gustaría tratar cada caso uno a uno, pero hoy no tenemos tiempo, por lo que incidiré en los tres mencionados. Tengo delante la ficha de Juan Castellanos, de 23 años, joven mospintoleño con un cuadro familiar complicado. Está estudiando cuarto de carrera… y tiene a su cargo a su madre enferma. Con el sueldo del Rayo ha podido permitirse ir concluyendo sus estudios universitarios al tiempo que hace frente a sus obligaciones filiales para con su madre. Viene jugando de interior izquierdo con nosotros y ahora recalará en el Halcón del Real, de la tercera división madrileña.

López se irguió en el sitio, pensativo. Los consejeros se reunían de pie en torno a una alta mesa en forma de herradura.
—No creo que el Halcón del Real pueda pagarle la nómina que percibía en el Rayo… —miró a sus consejeros y todos sin excepción tenían baja la cabeza, como absortos, sin estarlo, en sus papeles—. Señores, no es culpa nuestra que el fútbol del señor Castellanos no nos sea ya de utilidad. Ni el Rayo ni López y Asociados somos una ONG…

(Continuará…)