—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Carne de gimnasio (1)

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El complejo Mospintoles-2 es el más grande recinto deportivo de los existentes en la ciudad. Cuenta con un polideportivo y un pabellón multiusos, un pequeño frontón, canchas de tenis, piscina climatizada, varios campos de fútbol, gimnasio con máquinas y pesas, varias salas para cursos y un pequeño spa. En la planta superior posee una cafetería con una pequeña terraza desde la cual se tiene una excelente panorámica de casi todas las instalaciones.

» Aquel de la esquina es Polonio. Su deltoides da gloria verlo. Sus pectorales mayores están para comérselos. Su trapecio merece una foto en alta definición. Cierto que esta desmesura de músculo queda descompensada con un hemisferio cerebral más propio de un cefalópodo.

Al sur del complejo deportivo hay un centro comercial, una gran superficie con su macro aparcamiento, que entre semana es utilizado por quienes se acercan a practicar a los campos de fútbol. La empresa del centro comercial está muy molesta por este uso que resta plazas a los clientes del propio centro. Los fines de semana suele haber fricciones, pues quienes se acercan a presenciar los partidos de regional también acaban aparcando allí. Durante los últimos meses vienen produciéndose frecuentes conversaciones entre la empresa y los gestores del complejo, los directivos de los equipos y el mismísimo Ayuntamiento. Por el momento, sin resultado positivo para todas las partes.

El complejo, queda dicho, tiene muy variadas instalaciones donde los usuarios que acuden allí se lo pasan muy bien. De entre todas ellas, las de más aceptación popular son el gimnasio y la piscina. Para un observador atento es un espectáculo impagable ver y oír a la gente que pulula por allí. ¡Yo me lo paso pipa mirando como un bobo al personal! Así que les invito hoy a que pasen conmigo al gimnasio y echen una ojeada…

El gimnasio es el sitio donde está la gente más cachas y maciza de todo el polideportivo. El área de pesas está repleta de personal joven y algún que otro madurito. Para conseguir esos pectorales tan hermosos, esos bíceps híper desarrollados o esos cuádriceps la mar de rocosos se precisan cientos de horas levantando y bajando pesas, pero los “sufrientes” —la mayoría son varones pero también hay algunas hembras— lo hacen con mucho gusto porque luego viene la recompensa: se encuentran más fuertes y sanos pero, sobre todo, más guapos, altos y atractivos. También es cierto que hay algunos que hacen estas hercúleas tareas porque se están entrenando para llegar algún día a ser policías, bomberos, porteros de discoteca o guardaespaldas.

Aquel de la esquina es Polonio. (Usaré nombres ficticios por si alguno de los aludidos lee estas Crónicas y se cabrea conmigo por culpa de la cita). Su deltoides da gloria verlo. Sus pectorales mayores están para comérselos. Su trapecio merece una foto en alta definición. Cierto que esta desmesura de músculo queda descompensada con un hemisferio cerebral más propio de un cefalópodo, pero está comprobado científicamente que en los humanoides no suelen darse altas tasas de equilibrio: el que es muy inteligente tira hacia lo escuchimizado, la guapetona hasta reventar anda floja en imaginación y el cocinillas que resuelve todos los problemas prácticos de la vida cotidiana se ahoga en un vaso de agua en cuanto abre la boca o coge un bolígrafo. En fin, que la especie humana deja mucho que desear en cuanto a perfección integral.

(Continuará…)