Déjalo correr (2)
(Lee la entrega anterior) |
—¿Qué te han contado, chiquilla? —me preguntó don Faustino mirándome a los ojos fijamente.
—Pues nada del otro jueves. Que fue campeón olímpico y europeo y no sé qué más.
—Ni fue campeón olímpico ni europeo. Déjalo correr.
—¡Ay, dios!, me han puesto ustedes nerviosa… Me han dicho que ganó dos diplomas olímpicos, y que obtuvo varios podios en los campeonatos de Europa. Que fue un portento y que pudo haber sido una leyenda de haber nacido en la Rusia de aquellos años. Pero me han recomendado no entrevistarle. La verdad es que me han metido la miel en los labios, y aunque no voy a molestar al buen señor, ahora yo quiero saber más. Por favor, cuéntenme algo más de él.
» En ese momento se me atragantó el trago de café que estaba tomando y tuve que apartar la cara para toser fuertemente.
Manolo tiró sobre la mesa un platito con media docena de churros recalentados y miró desafiante a don Faustino. Mi querido profesor le devolvió la mirada y torció el morro.
—Cuéntale tú algo, Manolo…
—Mejor lo haces tú, Faustino, que tienes más mano con estas cosas.
Y se retiró a la mesa que estaba al otro lado del pasillo que lleva a los baños y a la trastienda. Desde la barra, unos parroquianos que estaban a lo suyo abandonaron el local en ese momento dejándome sola con aquellos dos hombres que estaban en posesión de, por lo visto, un terrible secreto. Yo era toda oídos.
—Iñaki nació en el cincuenta. Y lo hizo aquí, en Mospintoles. Ha vivido aquí toda su vida. No sé por qué dices que lleva tiempo viendo aquí.
—Ahí va la hostia, pues porque creí que era vasco… —dije fingiendo un deje del norte para hacerme la graciosa.
—Su nombre completo es Ignacio González Sanz, y…
En ese momento se me atragantó el trago de café que estaba tomando y tuve que apartar la cara para toser fuertemente.
—Mira, Faustino. Se ve que la chica está atenta y lo coge todo a la primera. Es listilla tu alumna, sí…
—Debajo de ese aspecto aparentemente descuidado, Manolo, se esconde una de mis alumnas más aventajadas, la cual quiso darse un paseo por la Universidad haciendo lo que para ella era una carrera facilita. No ha querido esforzarse, pero ella y yo sabemos que podía haber terminado una carrera seria de habérselo propuesto. Y encima se permitió perder un año en el empeño.
Para cuando terminó esta alabanza a mi intelecto por parte de don Faustino, no exenta de recriminación, ya me había restablecido de mi acceso.
—Continúe, por favor… Soy toda oídos.
—Y procura ser también toda garganta, maja, sin que por ello me vayas a malinterpretar, rica.
Ni don Faustino ni yo hicimos observación alguna a Manolo.
—Te decía que ‘Ignacio Sanz’ es mospintoleño de pura cepa. Fue compañero nuestro en el colegio. Era un chiquillo tremendamente fuerte para su estatura, y de ahí le vino el sobrenombre de Iñaki; cosa de críos. Creo recordar que alguien había visto un levantador de piedras vasco con ese nombre en algún noticiario del cine: el Nodo, no sé si habrás oído hablar de él.
—Vaya al grano, don Faustino, por favor; no se pierda en dibujos.
—No hay mucho más que contar. Ignacio comenzó a entrenar en el gimnasio que gestionaba el Frente de Juventudes en Mospintoles. Destacó en alguna prueba halterófila y desde la federación española se fijaron en él. Comenzó a entrenar, ganó varios certámenes y gozó de gran popularidad durante un tiempo. No supo administrar la fama y el dinero que le llegaba y cuando declinó su carrera deportiva se fueron apagando las luces a su alrededor y se encontró sin trabajo y sin oficio. Quiero decir, que no sabía hacer nada aparte de levantar pesos.
(Continuará…)
- Escrito por Mirliton, publicado a las 11:05 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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