Los tres dinosaurios (2)
(Lee la entrega anterior) |
—Supongo, Ricardo, que aunque jubilata, seguirás viniendo casi todos los días al local… –comenta don Faustino, al tiempo que le hinca la dentadura a la chuleta.
—Estaré al pie del cañón como estuvo mi padre, hasta que ya no pueda salir de casa, no para los asuntos básicos del negocio, que de eso ya lleva encargándose mi hijo desde hace tiempo, si no porque yo necesito oler todos los días el aroma de las brasas, charlar con los amigos y conocidos…
—¡Cuántos secretos y cosas no sabrás tú de la gente de Mospintoles!, ¿eh que sí? –pregunta Manolo.
—Uf, si yo os contara… Por aquí han pasado todos los que han cortado el bacalao en la ciudad y provincia en las últimas décadas. Aquí se han cocinado importantes decisiones políticas, se han condimentado negocios sosísimos que han sido luego muy picantones y productivos. La gente, delante de un plato sabroso y de un buen vino, es capaz de contar y planear lo que no está escrito.
—Seguro que no hay forma de arrancarte tus secretos…
—Bueno, a un buen par de amigos, que me han demostrado tener la boca sellada en lo que a secretos se refiere, tal vez les pudiera hacer algunas concesiones…
—Delante de un plato sabroso y de un buen vino –señala don Faustino– los secretos pueden compartirse entre camaradas de plena confianza. Lo venimos haciendo desde hace años –medita en voz alta el profesor– y nada se ha sabido por boca de ninguno de nosotros.
Ricardo parece pensarlo durante unos segundos…
—Aquí, por ejemplo, se forjó la candidatura de Segis para alcalde de Mospintoles. Nunca os lo he contado. Me parece…
—¿Recuerdas la legislatura del 83 en que tú, yo y el Segis estuvimos de concejales? Qué tiempos aquellos en que éramos una piña para sacar adelante un país atrasado pero ilusionado por las promesas de cambio…
—¡Cómo no recordarlo, Faustino! Pero aquello fue flor de un día. Al acabar la legislatura me largué del partido o, mejor, me echaron. Tú y el Segis volvisteis a presentaros en el 87.
—Sí, y duré sólo dos años porque a la mitad empecé a darme cuenta que aquello empezaba a ser una merienda de negros, vamos, que el trigo limpio empezaba a ennegrecerse.
—Pero el Segis siguió y siguió y siguió… –comenta Manolo, irónico.
—Le iba la marcha, fuese buena o mala. Y a estas alturas de la película ya le contemplan casi 28 años en el Ayuntamiento, doce como concejal trepador, cuatro como líder de la oposición y otros doce como alcalde.
—Un carrerón… –apostilla don Faustino.
—Tras cuatro años de estar en la oposición, en su partido nadie quería al Segis como cabeza de lista pero tres buenos Riberas del Duero y cuatro kilos de chuletas obraron el milagro. Todo ocurrió aquí, en el asador. Luego el pueblo le votó por mayoría absoluta y hasta hoy.
» La gente, delante de un plato sabroso y de un buen vino, es capaz de contar y planear lo que no está escrito.
—Un buen comunista no puede interpretar de esa manera tan anecdótica la elección del cabeza de lista de un partido. Como alguien te oiga…
–Manolo no acaba de creerse las palabras de Ricardo.
—Los comunistas nos hemos equivocado tanto que mira ahora donde estamos… Es cierto, Manolo. Se juntaron aquí, alejados del mundanal ruido y de la prensa local, los cuatro que cortaban el bacalao en el partido, dispuestos a sacar un nombre como primero de la lista y el que llevaba todas las de perder –el Segis– acabó saliendo triunfador. ¿Y sabéis porqué? ¡Porque fue el que mejor aguantó el alcohol y las chuletas!
—Conocemos demasiado bien al camarada –salta al quite don Faustino–. Su sueño, más bien ambición, era llegar a ser alcalde algún día. Le iba y le va la marcha. La marcha política y la vinatera. Sus mayores logros siempre los conseguía en torno a una comida bien regada de vino.
—Pues, si como se rumorea, María Reina aspira a quitarle el sillón, no creo que con ella funcione su truco del almendruco –Manolo al habla.
La intervención de Manolo provoca en sus interlocutores un intercambio de miradas llenas de sorpresa.
(Continuará…)
- Escrito por Cogollo, publicado a las 12:05 h.
- Protagonistas: (ver la primera entrega)
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