—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Los tres dinosaurios (3)

(Lee la entrega anterior)

—¿Y de dónde ha partido semejante rumor? –inquiere don Faustino.
—En mi bar lo dicen todos los que están algo informados sobre el politiqueo local. Yo no estoy sordo y mientras preparo el café o el bocata de tortilla, pego el pabellón de la oreja y me quedo con cosas. Mi local es muy modesto pero por allí pasa gente culta y enterada: profesores, médicos, funcionarios municipales y hasta algún juez. Entre ellos hablan, no se cortan, y yo tampoco…
—Hombre, al Segis habría que mandarlo ya para casa. Lleva chupando del bote municipal casi una eternidad. Ya es hora que regrese a la ventanilla de su banco a esperar la pronta jubilación. A mí la Reina me parece una señora trepa y ambiciosa pero es mucho más guapa que el Segis y es bastante más joven.

—¿Pero quién te ha visto y quién te ve, Ricardito de mis entretelas? –don Faustino se toma la salida dialéctica del cocinero jubilado como una “boutade”–. Yo creo que hay un tapado, joven y guaperas como ella. Ya sabes, ahora se lleva mucho el político resultón por fuera y hueco por dentro. No creo que la señora Reina aspire a tanto… por ahora.
—Yo sólo digo lo que he escuchado un montón de veces en el Bar –Manolo se justifica nuevamente–. Eso se ve venir, amigo. A falta de ideas, de gente muy preparada y con ganas de cambiar la ciudad, que dicho sea de paso está hecha un asco, al final ponen en los carteles al que tiene el careto más agraciado. Doña María, un suponer…
—¡Ya salió tu vena libertaria!
—El Segis es un dinosaurio de la política, Ricardo. Tiene los días contados. Ni él mismo se cree que haya sido capaz de aguantar tantos años en la alcaldía. En realidad el mérito no es de él sino del partido, que es quien lo ha puesto. Mejor dicho, de los cuatro cantamañanas que tejen y destejen el percal.
—¿Y si creáramos un partido político nuevo, eh? –la reciente jubilación parece que le ha dado a Ricardo un cachondeo impensable hace unos años–. Ya somos tres. Fichamos a alguien del Inserso y ya podemos empezar a rilar. El partido de los dinosaurios, se podría llamar. Un viejo comunista, un ácrata individualista, un sabio profesor que, por sabio, no se ha dejado embaucar nunca por ninguna ideología concreta y el del Inserso lo seleccionamos mediante un sorteo en combinación con la lotería nacional. Nos metemos los cuatro en un taxi, nos vamos al Ministerio del Interior a presentar los tres papeles que se piden para estas cosas y nos dedicamos a contar nuestras batallitas en la campaña electoral. ¡Lo mismo tenemos más éxito que la señora Reina y el señor Segis juntos!

» El Segis es un dinosaurio de la política. Tiene los días contados. Ni él mismo se cree que haya sido capaz de aguantar tantos años en la alcaldía.

—Esta noche estás sembrado, Ricardo –tercia don Faustino– pero dudo mucho que el personal, que es medio idiota, sea idiota del todo y nos vote.
—Pues lo digo muy en serio. O hacemos algo o, como dice Manolo, Mospintoles seguirá siendo un asco. Ya habéis visto la que se ha montado con el Rayo. Ni en mis peores pesadillas hubiera imaginado que toda una ciudad se iba a volcar apoyando a una empresa particular del señor López…
—Ese hombre –ahora interviene Manolo, el más enteradillo de los tres en el ámbito de la información deportiva, gracias a lo que se cuchichea en su bar– acabará siendo el alcalde dentro de unos años. Y eso sí que no. Prefiero mil veces al Segis o a la Reina antes que ver a don Melitón haciéndonos la pascua.
—¿Cómo has dicho? –don Faustino acaba de dar un bote en su silla.
—Ay, chiquillo, si en vez de tanta lengua y literatura te dedicaras más a poner el oído en los adoquines de la calle, sabrías cosas que ni te imaginas.
—A ver, Manolo, explícate, porque yo también ando despistado –urge Ricardo.

(Continuará…)