—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

El enésimo partido Barça-Madrid (3)

(Lee la entrega anterior)

—Papuchi estará disfrutando de lo lindo, mamá…

Sergio, el hijo de María y Sebas, miraba el televisor con el ceño fruncido y las lágrimas a flor de ojo.

—Para que unos disfruten otros lo tienen que pasar muy mal. Esa es la ley del fútbol, según parece, y la de la vida cotidiana.
—Tienes razón, mamá. Cuando papá disfruta porque gana su Barça, yo lo paso fatal porque pierde mi Real Madrid.
—Eso ocurre por tener amores tan opuestos. Y tan absurdos, hijo, porque perder la chaveta por esa pandilla de millonarios en calzoncillos es para pensarse seriamente si el personal está bien de la cabeza –a María el forofismo del fútbol no le entraba mucho en su muy racional cabeza.

» Aquí te quedas, Sergio. Acaba tus deberes futbolísticos y después come algo de lo que encuentres en el frigorífico. Tengo que salir a que me dé el aire antes de que aquí dentro me dé un infarto…

—Pues anda que perder el culo por la política… –replicó su hijo Sergio.
—¡Niño! ¿Pero cómo vas a comparar algo tan noble y necesario para el bienestar de las personas como la organización de la vida pública y de la convivencia con darle patadas a un balón?
—¡Mira, mira, mamá! –el Sergio se levantó del sofá como un resorte, tal como si le hubiesen pinchado con un alfiler en el trasero.

Se estaba liando. Corría el minuto treinta del partido del siglo (uno más) entre los eternos y potentados rivales de Barcelona y Madrid cuando el entrenador culé cogió una pelota que había salido del campo. Ronaldo, la estrella madridista, acudió raudo a quitársela para sacar de banda pero Guardiola intentó esconderla. Entonces el jugador blanco le dio un ligero empujón y allí ardió Troya. En cuestión de segundos un remolino de jugadores, de técnicos y de todo bicho viviente empezó a vociferar, a darse empellones y mostrar el lado oscuro del deporte.

—Apaga eso, Sergio, que es pura pornografía…
—¡Pero mamá!

Cogiendo el mando a distancia, la señora Reina dejó el televisor a oscuras.

—Deberían poner dos rombos en la pantalla cuando aparecen este tipo de escenas violentas. Y tú, anda, a hacer los deberes del Instituto, que cada vez trabajas menos…
—Mamá, si no tengo nada que hacer.
—No me engañes, que ya me estoy hartando también de ti. Mientras yo estoy aquí trabajando más que una tonta, el padre está de parranda en el Nou Camp y el hijo de cachondeo ante el televisor. Ya sólo falta el espíritu santo…
—¡Pero si es verdad! Los profes no nos han echado deberes para hoy porque se jugaba el Barça-Madrid…
—Anda, anda, que mientes más que el telediario…
—¡Que sí, mamá, que es verdad! Bueno… –el Sergio, viendo que su madre no tragaba tan burda mentira, reculó– el único que nos ha mandado un montón de cosas ha sido don Faustino…
—Así está la educación, dios mío. Y luego dicen que los políticos somos un desastre… Menos mal que siempre hay alguien que sabe mantener el tipo, como don Faustino…
—El profe de gimnasia y el de matemáticas también nos han mandado unos pocos deberes…
—¿Ves cómo eres un redomado embustero?
–María Reina se subía por las paredes.
—¡Que es verdad, madre, que nos han puesto como tarea seguir el partido de fútbol y hacer una análisis táctico-estratégico y una estadística comparada entre el juego del Madrid y del Barça!
—¡La madre que los…! –la Reina no terminó la frase pues pese a su indignación aún sabía controlar sus impulsos más primarios. Le dio el mando al hijo, recogió todos los papeles que tenía sobre el sofá y encaminó sus pasos fuera del salón–. Ahí te quedas, Sergio. Acaba tus deberes futbolísticos y después come algo de lo que encuentres en el frigorífico. Tengo que salir a que me dé el aire antes de que aquí dentro me dé un infarto…

En realidad, mintió a Sergio. Había quedado a las once con varios ilustres compañeros de partido para debatir en un reservado de la cafetería La Cama la estrategia a seguir en las próximas primarias del partido donde algunos (incluyéndose ella) se jugarían a cara de perro su futuro político.

(Continuará…)