—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Ofertas de verano (y 3)

(Lee la entrega anterior)

—No me vais a tener de pie entre vosotros, ¿verdad Sebas?
—Toma mi taburete —dijo Sebas descabalgando y alejándose un trecho para reponer su asiento.

López comprendió la situación, mientras María le miraba buscando una cierta complicidad.

Sebas estuvo de vuelta en un santiamén:
—Ya nos hemos presentado, María. Y sé por la tele que os conocéis. Sólo falta que el caballero sepa que eres mi media naranja.

» Poco podría esta asociación velar por sus negocios, con proyección nacional […]

—Sin duda se ha percatado de ello –dijo María tendiendo la mano a López. Esta vez López se la estrechó, sin besamanos.
—Su marido ha tenido la amabilidad de ofrecerse como primer accionista de la sociedad anónima en que tendrá que convertirse el Rayo de Mospintoles… Me pregunto si el ayuntamiento estaría dispuesto a colaborar también con el equipo de nuestra ciudad.
—No le quepa duda —contestó María.
—Lo cierto es que hasta el momento el apoyo del ayuntamiento se ha hecho esperar.
—Pudiera ser… Pero éste no va a ser el lugar más apropiado para concretar un convenio de colaboración. Si el Rayo es receptivo, al ayuntamiento le gustaría llegar a acuerdos con el equipo de nuestra ciudad.

En ese momento se acercó Octavio Hermosilla:
—Señor López, disculpe; me gustaría trasladarle una pregunta de prácticamente toda nuestra clientela. Como habrá observado, la mayor parte son empresarios de Mospintoles —López miró en derredor y lamentó no reconocer ninguna cara—. Nos gustaría contribuir con aportaciones al proceso de transformación del Rayo en sociedad anónima. Y querríamos saber cuándo tienen ustedes pensado comenzar con ese proceso a efectos de disponer de la liquidez necesaria.

López no lo podía creer. Había caído, sin pretenderlo, en el nido del empresariado de Mospintoles. Y lejos de despertar recelos palpaba la solidaridad de todo el entramado empresarial de la ciudad.
—En breve, señor Hermosilla. No le puedo concretar una fecha porque está todo en manos de un equipo de profesionales. Pero lo haremos a la mayor brevedad. Si le parece bien, en cuanto tenga conocimiento de la fecha se lo comunico a usted para que lo participe a sus clientes.
—Excelente. Y si a usted no le parece mal enviaré una circular desde la asociación de empresarios de Mospintoles a todos nuestros socios con esa información.

López veía ahora con disgusto que había estado pasando por alto la vida de Mospintoles. Por lo visto Hermosilla era el presidente de una asociación de empresarios de la que López no tenía noticia de su existencia. Poco podría esta asociación velar por sus negocios, con proyección nacional, pero había sido una descortesía no colaborar con la asociación local que ahora le brindaba su apoyo.

Decidió que había llegado el momento de devolver a Mospintoles lo que la ciudad le había estado dando y que él en ningún momento había valorado. En algún rincón de su mente empezó a tomar cuerpo la idea de que el ayuntamiento no había colaborado con su proyecto deportivo precisamente por el desapego que había mostrado hacia la ciudad y el municipio. Y hubo de conceder en silencio que ello era cierto.
—Le quedaremos muy agradecidos, señor Hermosilla —contestó López.

Las miradas de las tres personas con las que departía se volvieron hacia una joven veinteañera que se acercó a López y le besó en la mejilla. Era Teresa…
—¿Nos vamos, papá?