—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles
Éstos son los relatos de
« Estampas mospintoleñas »

[En 5 entregas diarias]

La tarde había sido larga. Sentados en la terracita con mamparas de aquel tranquilo bar, un hombre animaba al corrillo de amigos con su historia.
—Antes debo deciros que me pidió que no lo contara a nadie, así que debéis ser como tumbas; lo que os voy a contar no puede salir de aquí. Aquellas dos señoras hablaban con total franqueza mientras tomaban su té (un té pakistaní, recuerdo haberles servido) y lo hacían con la tranquilidad de quienes se hacen mutuas confidencias en la confianza de que las revelaciones hechas en concilio tan reducido no serán desveladas. Pero ellas ignoraban que él estaba sentado en un taburete bajo, al otro lado de la barra, para descansar del dolor de sus pies. Llevaba días con dolor de pies, y ya sabéis que el trabajo de camarero no ayuda precisamente a descansarlos. Por lo visto su mujer, que ya sabéis que es pedicura, le tiene que desenterrar las uñas de los dedos gordos una vez al mes porque le crecen mal. Y ya le tocaba, pero no habían tenido tiempo, haciendo bueno aquel dicho del cuchillo en casa del herrero, y el hombre estaba hoy que rabiaba.

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